Las grandes empresas del sector apuestan por la capital catalana y abren delegaciones para aprovechar las oportunidades de negocio
«Barcelona es la nueva Ámsterdam, te lo pueden confirmar todas las empresas del sector». Maria Sdangangelli trabaja desde hace varios años en Dinafem, uno de los mayores bancos de semillas de cannabis de Europa. Durante los últimos años ha observado como la capital catalana se ha ido posicionando como la ciudad de referencia en el cultivo y consumo de cannabis hasta desbancar a la capital holandesa, conocida mundialmente por sus coffeeshops. «El epicentro se ha trasladado aquí», añade.
Los congresistas que asistieron al Mobile World Congress de Barcelona a principios de marzo se han sustituido estos días por los principales inversores y empresarios del mundo del cannabis. En menos de 7 días la ciudad ha acogido dos de los eventos más importantes relacionados con este sector. Durante la semana fue el turno de ArcView Group, un encuentro de inversores y empresarios cualificados -empresas con una facturación mínima de 200.000 euros al año- que buscan nuevas oportunidades de negocio en Europa. El fin de semana ha sido el turno de Spannabis, la feria más grande del sector en la que participan 500 empresas y a la que acuden más de 30.000 visitantes durante el fin de semana (18 euros asistir un día, 43 el abono de tres jornadas).
Sin embargo, no son sólo las ferias y congresos de esta semana lo que convierten a Barcelona en una ciudad de referencia. Las principales empresas del sector identifican la capital catalana como un interesante trampolín al mercado europeo y son varias las multinacionales que han decidido abrir sedes en la ciudad.
Es el caso de Weedmaps, una aplicación que localiza los dispensarios de marihuana en todo el mundo y que en 2016 facturó 7,6 millones de dólares. Recientemente decidieron abrir una sede en Barcelona, donde trabajan nueve personas. «Queremos estar bien situados para cuando la sustancia se regule del todo en Europa o en España», apunta Rodrigo Chávez, responsable de la empresa en este país. «Cuando esto explote se va a poder hacer mucho dinero», añade. El año pasado también abrió una sede en Barcelona GreenHouse Seeds, probablemente la compañía más grande del sector valorada en cientos de millones de euros. «El negocio crece cada año», apunta Heiko Hampsink, responsable de desarrollo de negocio de esta multinacional. «Barcelona se ha convertido en un destino cannábico». Desde hace 10 años, España es el país donde más factura GreenHouse Seeds.
EL ‘BOOM’ DE LOS CLUBES DE CANNABIS
Nadie esconde que la proliferación de clubes de cannabis ha tenido una incidencia directa en el auge de Barcelona como destino relacionado con la marihuana. Sólo en en la capital catalana hay más clubes de fumadores -unos 250- que en el conjunto del resto de España. «Su existencia ha ayudado mucho a que se normalizara el uso del cannabis», asegura Xosé F. Barge, portavoz de Spannabis. «La sociedad los ha aceptado y se ha demostrado que son un buen mecanismo», añade Chávez, de Weedmaps.
La proliferación de estos espacios ha coincidido con el aumento de problemas e inseguridad en los coffeshops holandeses, con lo que el foco se ha trasladado paulatinamente hasta Barcelona. «En España el cannabis está mucho más aceptado que en Holanda, donde realmente fuma muy poca gente», sostiene Diggs Terra, cofundador de Humboldt Seeds, un banco de semillas de California. «Era de esperar que Barcelona se convirtiera en el hub cannábico mundial».
A pesar de que la sustancia está prohibida en España, el modelo de los clubes de cannabis aprovecha un vacío legal -el consumo individual está permitido- para que grupos de socios, en un círculo cerrado, compartan un cultivo entre ellos. De la teoría a la práctica, sin embargo, hay un mundo. El alto número de turistas que visitan la ciudad ha convertido a buena parte de los clubes de Barcelona en meros negocios a la caza del visitante. Los «cazaturistas» son habituales en sitios concurridos como La Rambla, donde es imposible pasear sin que alguien se te acerque ofreciendo un coffeeshop. Estos reclutadores perciben entre 10 y 15 euros por cada nuevo socio que aportan a sus clubes.
Ante la alta demanda de marihuana, son varios los administradores de clubes que reconocen tener que acudir al mercado negro para poder abastecer a todos sus socios. «El turismo cannábico es una mala imagen para el sector», opina el portavoz de Spannabis. «Pero es innegable que hay asociaciones ilícitas que ofrecen cannabis a extranjeros». Precisamente desde el sector señalan la necesidad de regular esta actividad para acabar con las injerencias de mafias que recientemente se han apuntado al carro de la marihuana.
«Las malas prácticas son culpa del Estado español», señala Sergio Martínez, organizador de ArcView Group. Martínez recuerda que tanto el País Vasco como Cataluña intentan regular el consumo de cannabis pero chocan con la normativa estatal que prohíbe su cultivo y distribución. Por ahora, al Congreso sólo ha llegado una iniciativa para regular el cannabis medicinal.
Dentro del sector, no obstante, todos apuestan a que el modelo de asociaciones privadas se va a consolidar. Incluso algunos de los coffeeshops más concurridos de Ámsterdam han abierto clubes de cannabis en Barcelona a través de testaferros para que no se les vincule -de momento- con su marca, según ha podido confirmar El HuffPost.
UN NEGOCIO EN AUGE
La imagen estereotipada del fumeta se ha sustituido por la del hombre de negocios. El cannabis es un sector en auge que genera miles de millones de euros. Se calcula que el negocio de la marihuana legal en EE.UU generó entre 3.500 y 4.300 millones de dólares en 2016, un crecimiento de entre el 15 y el 26% en sólo un año. De momento ya son 13 los estados americanos que han regulado el cannabis de alguna manera u otra.
A la marihuana se la conoce ya en EE.UU como el oro verde y ante este escenario las grandes multinacionales se fijan en el sector. Las empresas cannábicas invierten millones de euros en hacer lobby tanto en Europa como en EE.UU y, según explica Martínez, la planta ha despertado el interés de las grandes familias y grupos empresariales estadounidenses, Monsanto incluido. «Los inversores saben que lo que compren hoy por 10 de aquí unos años valdrá 100», afirma Martínez, el organizador del encuentro de inversores.
Según un estudio encargado por el propio sector, en España se gastan cada año 1.163 millones de euros en cannabis. Los activistas que reclaman su regulación afirman que si la sustancia fuese legal generaría más de 200 millones de euros solo en IVA y se crearían 40.000 puestos de trabajo entre puestos directos e indirectos. El mismo estudio calcula que estos puestos aportarían unos 400 millones más en ingresos a la Seguridad Social y otros impuestos de la renta.
Todos son conscientes de las oportunidades de negocio, pero están expectantes a unos cambios legislativos que por ahora no parece que vayan a ser inmediatos. «De momento seguiremos teniendo un pie en la legalidad y otro en la cárcel», se lamentaba el viernes en Spannabis un productor de aceites de cannabis. «Ahora mismo el negocio en Europa está en las empresas que no tocan directamente la planta», añade Sergio Martínez. «Aún así, el proceso regularizador que ha empezado en EE.UU es algo imparable».