El riego en el autocultivo de cannabis

9 septiembre, 2024

Riego en el autocultivo de cannabis

El riego es una de las prácticas más necesarias, habituales y básicas de cualquier tipo de cultivo, por lo que aprender o repasar unos apuntes básicos sobre él nunca está de más. Hoy hablamos sobre el riego en el autocultivo de cannabis.

Por lo general, el cannabis es muy resistente y tolera bastante bien los periodos de sequía y errores en la alimentación, pero si queremos obtener el mejor rendimiento debemos llevar a cabo las mejores prácticas. Aunque esto no suele suponer una gran complicación, sí que es necesario tener en cuenta ciertos requisitos básicos que muchos cultivadores pasan por alto.

De forma muy resumida, se puede decir que la clave de un buen riego está en la moderación en cuanto a la frecuencia y cantidad de agua, y en que ésta sea de buena calidad. Sin embargo, las necesidades hídricas de las plantas pueden variar a causa de diversos factores como la temperatura y humedad del ambiente, la circulación de aire, la variedad o el fenotipo, el tamaño y edad de la planta, el sustrato empleado… por lo que no existe una norma universal que nos indique la cantidad de agua a utilizar y la frecuencia con que debemos regar.

Las plantas requieren grandes cantidades de agua durante la floración.
Las plantas requieren grandes cantidades de agua durante la floración.

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Efectos del exceso de agua

El exceso de humedad en el medio radicular impide la aireación de las raíces, por lo que es una situación que deberemos evitar a toda costa. Bajo condiciones de inundación, el intercambio de gases entre la raíz sumergida y el ambiente es muy limitado, ya que la presencia de aire es mínima. Es decir, el anegamiento impide la respiración celular, lo cual provoca diversos cambios en las plantas en respuesta a esta circunstancia. Como consecuencia de este déficit de aire, los procesos metabólicos se ven alterados para obtener energía por vías alternativas, lo que lleva a cambios fisiológicos y morfológicos que pueden ser temporales o irreversibles. Paradójicamente, el exceso de agua en el medio radicular impide la absorción de agua por parte de las raíces, lo que provoca una “sequía fisiológica” que da lugar al marchitamiento de la planta. En cuanto a los cambios morfológicos, en suelos con drenaje inadecuado, el sistema radicular de las plantas se desarrolla apenas en la capa superficial, donde las condiciones de aireamiento son adecuadas; las raíces que se dirigen hacia las capas saturadas de agua, no encuentran condiciones favorables a la respiración y por consiguiente mueren1. Además, una aireación insuficiente favorece el desarrollo de enfermedades fungosas en el cepellón que pueden acabar matando a la planta afectada.

El primer paso para impedir el anegamiento es muy anterior al riego: se trata de elegir un buen sistema de drenaje y un buen sustrato. El suelo tiene poros de distintos tamaños que pueden ser ocupados por agua y aire, siendo los macroporos los que permiten la aireación y los microporos, la retención de agua. Los sustratos de mala calidad tienen poca capacidad de aireación y se saturan rápidamente de agua, impidiendo la presencia de oxígeno en las raíces. Este problema también se da en los suelos arcillosos en el cultivo en tierra. Para favorecer una buena oxigenación y evitar el exceso de humedad tendremos que emplear un sustrato con una buena capacidad de aireación como fibra de coco, turba rubia o de jardinería, o la mezcla de todos ellos. En tierra madre, deberemos trabajar y acondicionar bien el suelo donde vayamos a cultivar. Además, si cultivamos en maceta, tendremos que añadir algún material que actúe como drenaje el fondo de la misma como arlita, sepiolita, zeolita, piedras, etc., siendo el primero de ellos la mejor opción para el autocultivo de cannabis. Por último, no debemos dejar que el agua se acumule en ningún plato o bandeja bajo la maceta.

Planta en floración
Planta en floración

Efectos de la falta de agua en el autocultivo de cannabis

El metabolismo vegetal se basa en mecanismos por los que la pérdida de agua es inevitable pero, cuando ésta supera a la capacidad de absorción, el funcionamiento normal de los procesos fisiológicos se ve alterado. Las células disminuyen su turgencia por la pérdida de agua, lo que se traduce en el marchitamiento de la planta. Si esta situación se prolonga, las células mueren y la mata se va secando hasta sucumbir completamente. Cuando el déficit hídrico se convierte en una situación duradera, las plantas que sobreviven emplean diversos mecanismos de adaptación a esta situación, dando lugar a un conjunto de cambios metabólicos por un proceso llamado aclimatación. Las respuestas a medio plazo incluyen el ajuste del potencial osmótico por una acumulación de solutos, los cambios en la elasticidad de la pared celular y cambios morfológicos2. Por ejemplo, las plantas expuestas a una escasez de agua permanente alcanzan menor altura y producen menos. También pueden darse cambios hereditarios si se suceden diversas generaciones en la misma zona y situación. La adaptación a largo plazo a la sequía incluye patrones fijados genéticamente de asignación de biomasa, modificaciones anatómicas específicas y mecanismos fisiológicos sofisticados, con una reducción del crecimiento global para equilibrar la obtención de recursos3. Por esta razón, hay variedades que consumen más agua que otras o muestran mayor resistencia la sequía o la salinidad.

Las plántulas son más sensibles a la falta de agua
Las plántulas son más sensibles a la falta de agua

Un terreno excesivamente drenado favorece la escasez de agua, ya que tendrá poca capacidad de retenerla. Los suelos arenosos tienen esta característica y es necesario añadirles materia orgánica (turba o compost) para mejorar su estructura. Si cultivamos en maceta y en fibra de coco, debemos tener en cuenta que no es aconsejable utilizarlo sin mezclar durante los meses más calurosos en exterior, ya que se seca rápidamente. En caso de utilizar este sustrato en verano y al aire libre, deberemos añadir algún material que aumente la retención de humedad. Asimismo, si llevamos a cabo un cultivo de guerrilla, donde lo normal es regar poco, también tendremos que procurar que el terreno tenga una buena capacidad de retención de agua sin comprometer la aireación. En ambos casos podemos añadir al sustrato algo vermiculita o polímeros, que tienen una gran capacidad de absorción que ayuda a mantenerlo húmedo por más tiempo.

Los efectos de la sequía son más pronunciados en las partes bajas
Los efectos de la sequía son más pronunciados en las partes bajas

Riego en el autocultivo de cannabis: la calidad del agua

Otro de los elementos que determinará en gran medida la eficiencia de nuestros riegos será el agua empleada en ellos. Ésta deberá cumplir ciertos requisitos si queremos que el rendimiento de nuestro cultivo sea óptimo, ya que su calidad influye directamente en la disponibilidad de nutrientes para el sistema radicular. En el cultivo de cannabis, los dos parámetros que debemos controlar son el pH y la EC.

La escala del pH nos permite medir la acidez de una sustancia en valores comprendidos entre el 0 y el 14, siendo los más ácidos los cercanos al 0 y los más básicos, los próximos al 14. El grado de acidez del agua y del suelo incide directamente sobre la solubilidad de los nutrientes, por lo que es muy importante que éste esté ajustado. La gran mayoría de cultivos toleran valores de pH de entre 5,5 y 7. Un pH inferior a 5 en el medio radicular incrementa la solubilidad de diversos metales como el aluminio o el zinc (fitotóxicos en grandes cantidades), aumentando su disponibilidad en el sustrato y su absorción por parte de las raíces. Por otra parte, cuando es superior a 7,5, se ve limitada la disponibilidad de micronutrientes como el hierro, el manganeso y el boro, que son muy poco solubles en estas condiciones. El pH ideal para el riego del cannabis está en torno a 6,5, valor que es superado habitualmente por el agua del grifo, siendo necesario ajustarlo si la utilizamos para regar.

En cuanto a la EC, al medirla estamos evaluando el riesgo potencial de que el agua deposite grandes cantidades de sales en el sustrato, ya que es directamente proporcional a la concentración salina. Es decir, el agua pura tiene muy baja capacidad de conducción eléctrica, pero ésta aumenta a medida que lo hace el contenido de sales disueltas. En el cultivo de marihuana, los valores ideales para la solución nutriente se sitúan en torno a 0,9 mS (milisiemens) para el crecimiento y entre 1,2 y 2,2 mS para la floración. Estos valores pueden variar ligeramente en función de la variedad y el sistema de cultivo.

Las puntas amarillentas indican que la EC podría ser demasiado elevada
Las puntas amarillentas indican que la EC podría ser demasiado elevada

Medir la EC es importante porque de esta forma tendremos mayor control sobre la alimentación de las plantas. Generalmente, el agua del grifo contiene grandes cantidades de cloro y otros elementos que pueden causar problemas en la asimilación de nutrientes. Cuando determinados minerales se encuentran en el sustrato en cantidades excesivas, pueden bloquear la absorción de otros. Además, cabe recordar que las plantas absorben agua pasivamente por ósmosis, un fenómeno físico por el que las moléculas de agua atraviesan la superficie radicular desde el lugar donde la concentración de sales es menor hacia donde ésta es mayor. En consecuencia, si la cantidad de sales del suelo es muy elevada, el agua se perderá en lugar de absorberse y las plantas se deshidratarán. Controlar la EC es de vital importancia en aeroponía e hidroponía, donde la ausencia de sustrato hace que las raíces estén en contacto directo con la solución nutriente, siendo mucho más sensibles.

Hay que tener cuenta que el nivel de EC del suelo y la cantidad que agua que contiene están directamente relacionados. La razón es muy sencilla: el agua se evapora mientras que las sales no. Es decir, cuando una determinada cantidad de agua contiene una porción concreta de sales, si se evapora una parte del agua, el contenido de sales será el mismo y por tanto la salinidad del agua será mayor. A nivel práctico esto se traduce en que un déficit hídrico suele acompañarse de problemas de salinidad y, por otra parte, un exceso de riego puede causar carencias.

Para medir los parámetros del agua de riego usaremos medidores de pH y EC. Si necesitamos corregir el pH, podemos encontrar los productos necesarios para regularlo en cualquier grow shop. En cuanto a la EC, podemos rebajarla añadiendo agua destilada, aunque la mejor opción para no tener problemas en este sentido es hacerse con un osmotizador que nos permita obtener agua de buena calidad.

Cómo regar nuestras plantas

Como decía al principio del artículo, no hay un método universal que nos permita calcular de forma exacta el momento del riego. Si bien existe un aparato que mide el agua disponible para las plantas (tensiómetro), su uso en el autocultivo de cannabis o en la horticultura de autoabastecimiento no sería necesario. Para saber cuándo hay que regar, podemos comprobar a ojo la humedad del sustrato. Simplemente hundiremos el dedo en la tierra unos dos centímetros y, si notamos que ésta está seca, es el momento de hacerlo. También podemos sopesar la maceta que, cuanto más liviana sea, menos agua contendrá. De hecho, si observamos que una planta no está bien y tenemos dudas acerca si hemos regado mucho o poco, bastará con pesar la maceta para saberlo: si pesa mucho, es exceso de riego. El volumen de agua que requieran las plantas irá en aumento conforme vayan desarrollándose y, durante las últimas semanas de floración, descenderá ligeramente. La mayoría de cannabicultores prefiere hacer riegos abundantes, empleando una cantidad de agua de entre el 20 y 25% del volumen de la maceta, y dejando secar el sustrato varios días antes de volver a regar. No obstante, también hay quien prefiere regar a menudo con pocas cantidades de agua, utilizando un vaso o un recipiente pequeño para no excederse. Personalmente, después de haber probado ambos métodos, me ha parecido más efectivo el segundo, aunque debo admitir que es bastante más laborioso, por lo que sólo lo aplico en indoor cuando dispongo de tiempo para ello.

Raíces en aeroponía
Raíces en aeroponía

A la hora de regar, procuraremos que el agua se distribuya uniformemente para que no haga socavones en el sustrato o suelo que puedan dejar las raíces al aire. Lo mejor para tal finalidad es utilizar una regadera. Otro punto importante a tener en cuenta es que la aplicación de fertilizante debería llevarse a cabo en un 60 o 70% de los riegos como máximo, ya que regar con agua sola o con enzimas evitará que las sales se acumulen en el sustrato, permitiendo que las plantas puedan asimilar mejor los nutrientes aportados.

Por último, para que la eficiencia de nuestros riegos sea óptima, procuraremos que la temperatura del agua esté entre 18 y 22ºC. El porcentaje de oxígeno disuelto en el agua desciende a medida que aumenta su temperatura. Es decir, cuanto más caliente esté, menor será el contenido de oxígeno disuelto y, como he explicado en líneas anteriores, la falta de oxígeno en el medio radicular dificulta enormemente la absorción de agua y nutrientes, aumentando también el riesgo de enfermedades fungosas en el cepellón. Por otra parte, un agua demasiado fría puede dificultar el desarrollo del sistema de raíces.

En resumen, aunque el riego en el autocultivo de cannabis es una práctica habitual, debe llevarse a cabo adecuadamente si queremos optimizar su rendimiento. Espero que hayas disfrutado la lectura de este artículo y que esta información pueda ser útil en tus cultivos. ¡Muy buenos humos!

 REFERENCIAS

  1. Díaz, J.E. (2006). Riego por gravedad. Colombia: Universidad del Valle.
  2. Pugnaire, F., Serrano, L., & Pardos J. (1999). Constraints by waterstress on planth growth en Handbook of Plant and Crop Stress. USA: Marcel Dekker, INC.
  3. Ibíd.

https://www.cannabismagazine.net/el-riego-en-el-autocultivo-de-cannabis/

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