El Cultivador

62 mujeres cannábicas comunicó. Ya de mayor se lo confesó a San Bernardo de Claraval, quien la apoyó ante el papa Eugenio III, convirtiéndose en una de las pocas mujeres autorizadas a escribir sus visiones y hablar en público, lo que le permitió mostrar su posición crítica con la Iglesia y condenar la inmoralidad de algunos sacerdotes. Quizás por eso, aunque fue considerada santa en vida, nunca ha sido canonizada por el Vaticano. Algunos autores atribuyen algunas de sus visiones al uso de cannabis. En sus escritos, describía cómo una luz cegadora precedía a visiones de imágenes, música e incluso voces, además era capaz de predecir acontecimientos del futuro6. Su obra abarcó campos como la cosmología, la medicina, la biología y la botánica, y además fue la primera mujer en escribir sobre la sexualidad femenina y describir un orgasmo y llegó a inventar un idioma secreto, que utilizaba para fines místicos, la lengua ignota. Además de cultivar cannabis en el huerto del convento, Hildegarda dedicó un amplio espacio a la planta en su obra Physica, (titulado Liber simplicis medicinae o Libro de medicina sencilla), afirmando que “es buena para quien tiene la mente sana, pero perjudicial para quien la tiene enferma”7. Entre las aplicaciones que atribuía a la cannabis se encuentran el alivio de las cefaleas, “logra de quitar del estómago los mocos (…) y evita malos jugos y refuerza los buenos jugos”, problemas estomacales e, incluso, para combatir la peste. Según la santa, sus semillas contienen fuerza sanadora y sus fibras son buenas para vendar úlceras y heridas. Además, describe la “energía verde” como fuente de vida. Pero Hildegarda no fue la única mujer de su época que usaba la cannabis como medicamento y como vía de conexión espiritual. En la Edad Media, la cannabis era uno de los ingredientes utilizados por brujas, curanderas y matronas en sus preparados herbales. Hasta que fue prohibida. En 1484, el Papa Inocencio VIII emitió la bula papal Mallificarum Malleus condenando la brujería, en la que incluía a parteras y herbolarias. Las obras de Hildegarda, como muchas otras, fueron prohibidas y su conocimiento ocultado, aunque su legado sobrevivió, gracias a la devoción de sus seguidores. Además de la brujería, el decreto condenó la cannabis, al considerarla sacramento impío en la misa satánica, y prohibió su uso, ya fuera para comunicarse con las divinidades, para curar o simplemente para festejar. Las personas que lo consumieran podían ser condenadas por brujería y castigadas incluso con la muerte. Los demonólogos creían que se recurría Hildegarde von Bingen, La Visionaria Incluso las vírgenes católicas, son herederas del culto a esa gran diosa

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