El cannabis se desarrolla de forma óptima bajo un rango concreto de temperatura que varía según la etapa del ciclo vital de las plantas.
Las condiciones térmicas influyen directamente sobre el metabolismo, ya que los vegetales son organismos cuya temperatura depende directamente del ambiente (excepto los endotérmicos). Esto se traduce en que el frío o calor extremos pueden ser causa de estrés en el cultivo y pueden acarrearnos diversas dificultades. Por ende, es necesario controlar la temperatura a la que éste está expuesto en la medida de lo posible.
El estrés por temperatura
La temperatura es uno de los factores que puede llegar a influir de forma notable en desarrollo de las plantas si excede determinados límites o es demasiado variable. Cuando es muy elevada, la tasa fotosintética, la eficiencia de uso de agua y el nivel intracelular de CO2 disminuyen. Es decir, cuando el cultivo está emplazado en un ambiente excesivamente caluroso, se ve impedido para aprovechar de forma eficaz los recursos disponibles como agua, luz, oxígeno y CO2. La marihuana puede resistir al calor extremo, muy por encima de los 40ºC, pero su desarrollo en estas condiciones es prácticamente nulo y, si la situación se convierte en duradera, puede acabar muriendo. Por otra parte, el frío también causa contratiempos de índole similar. Cuando las temperaturas son excesivamente bajas, se inhibe la fotosíntesis, se producen daños a nivel celular y la absorción de agua y nutrientes disminuye. Al no poder funcionar de forma normal, el metabolismo vegetal se ralentiza y las plantas progresan muy lentamente o detienen su desarrollo. Aunque el cannabis puede resistir a un ambiente invernal e incluso las heladas leves, cuando está expuesto continuamente a él, se debilita y puede acabar muriendo.
La temperatura ideal para el cultivo de cannabis está entre 18 y 28ºC, siendo preferible que esté alrededor de 20ºC durante el crecimiento y de los 25ºC durante la floración. En cualquier caso, por encima de los 30ºC y por debajo de los 15ºC, la eficiencia de los procesos metabólicos se ve mermada
Otras consecuencias del exceso de calor
Las temperaturas extremas, además de causar estrés por su influencia directa sobre los procesos fisiológicos, también afectan a otros factores que acaban repercutiendo de forma negativa a las plantas. En el cultivo exterior, el calor hace que tengamos que incrementar la frecuencia de riego y la cantidad de agua empleada, ya que ésta se evapora antes. Además, en condiciones de sequía, muy frecuentes en verano, la salinidad del suelo aumenta, lo que puede acarrear problemas en la asimilación de nutrientes.
En el cultivo en terraza tendremos que proteger los tiestos del sol directo, ya que la temperatura en el interior de los mismos puede llegar a ser bastante más elevada que la del ambiente, y las raíces son mucho más sensibles que la parte aérea de las plantas. Otra medida que deberemos tomar será no regar en periodos de máxima exposición solar o durante las horas previas. El calor afectará en mayor medida al sistema radicular si la maceta contiene demasiada agua, ya que el nivel de oxígeno disuelto en ésta disminuye a medida que aumenta su temperatura. Esto se traduce en que las raíces tienen mayores dificultades para respirar correctamente. Además, si una o varias gotas de agua caen sobre alguna hoja expuesta a la luz solar, éstas pueden actuar como si de una lupa se tratara, causando quemaduras.
En el cultivo interior, las temperaturas elevadas propician la proliferación de plagas, dificultando su erradicación o control. Curiosamente, la plaga que más favorecida se ve por un ambiente excesivamente caluroso es también una de las más destructivas: la araña roja. Estos ácaros siguen vivos y reproduciéndose por encima de los 35ºC, aunque su desarrollo es especialmente prolífico alrededor de los 30ºC. Prefieren un clima seco, que suele verse facilitado por el calor en las salas de cultivo que carecen de humidificadores. Para llevar a cabo una floración en verano, es necesario disponer de un aparato de aire acondicionado, ya que es justo en esta fase del cultivo cuando la acción de esta plaga es más devastadora y difícil de controlar. Si tenemos plantas madre, podemos prescindir de este aparato, pero es bastante posible que también tengamos algún problema con este ácaro. No obstante, al no estar en floración, podemos aplicar algún acaricida con cierta regularidad si observamos que la plaga se descontrola. También es bastante aconsejable utilizar iluminación de bajo consumo, que normalmente produce menos calor.
Consecuencias de una temperatura demasiado baja
El frío, además de causar estrés y ralentizar el desarrollo de las plantas, influye sobre el nivel de humedad del aire, por lo que también afecta a las plantas de forma indirecta. A medida que la temperatura del aire aumenta, también lo hace la cantidad de vapor de agua que puede contener. En cultivo interior, el frío otoñal e invernal podría bajar los niveles de humedad de nuestro indoor si utilizamos el aire de la calle para renovar el de la sala de cultivo. Dado que el aire del exterior está más frío que el del interior (o debería estarlo si es invierno), al introducirse en el ambiente cálido, la humedad relativa del mismo baja, ya que al calentarse puede contener mayor cantidad de vapor de agua. Por ejemplo, el aire a 5ºC, con un 50% de humedad relativa, contiene 2,87 gramos de agua por kilogramo de aire y, como máximo, puede contener 5,74g/kg. Si este mismo aire se calienta a 25ºC puede llegar a contener casi 20g/kg, por lo que si sigue manteniendo 2,87g/kg, la humedad relativa habrá caído hasta el 14,4%. Por esta razón, si utilizamos aire del exterior para renovar el de la sala de cultivo, deberemos permanecer atentos a los niveles de humedad para instalar humidificadores si es necesario.
En exterior, la llegada del frío tendría un efecto opuesto sobre la humedad relativa. Cuando la temperatura baja, la humedad relativa del aire aumenta y, si lo hace hasta llegar al 100%, se condensa en gotas de agua líquidas. Al llegar el otoño, el ambiente es más húmedo por la bajada de las temperaturas, por lo que los hongos encuentran un ambiente ideal para su desarrollo y dispersión. El rocío y la formación de escarcha se deben al cambio de estado del vapor de agua contenido en el aire a causa del frío. A medida que avanza el otoño y se acerca el invierno, el riesgo de heladas aumenta y, aunque el cannabis puede resistir heladas suaves, es mejor no exponerlo continuamente a ellas ya que la congelación causa la muerte de los tejidos. Además, si acaece una helada severa, las plantas podrían congelarse completamente y acabar muriendo, de forma que los cogollos perderían mucha calidad.
Estrés oxidativo
Cuando una planta sufre algún tipo de estrés, ya sea causado por factores bióticos (plagas, enfermedades o animales) o abióticos (salinidad, temperatura, humedad, etc.), el funcionamiento normal de su metabolismo se ve alterado. Como consecuencia de esta alteración puede tener lugar otro tipo de estrés, llamado oxidativo, que consiste en el desbalance entre la producción de especies reactivas al oxígeno (ROS) y su eliminación. Las ROS son moléculas que se producen como consecuencia de algunos procesos metabólicos que implican oxígeno. Éstas desempeñan algunas funciones dentro del organismo de los vegetales, principalmente en la defensa contra la infección por patógenos, y normalmente son depuradas a través de diversos mecanismos. Pero cuando el equilibrio entre su producción y eliminación se ve alterado, se produce el llamado estrés oxidativo, en el que las células se ven dañadas por los elevados niveles de ROS.
Las temperaturas extremas causan estrés en las plantas y favorecen la aparición de otros contratiempos que también lo causan. Si además sumamos el estrés oxidativo, la situación global de la planta será deplorable. Por tanto, es de vital importancia mantener la temperatura adecuada en la sala de cultivo e intentar mitigar sus efectos en el exterior.
¿Cómo controlar la temperatura indoor?
Según la época del año en que nos encontremos, deberemos tomar unas medidas u otras para controlar la temperatura de la sala de cultivo, ya que ésta suele depender directamente de la temperatura exterior. Las mejores épocas para el cultivo indoor son el otoño y la primavera, especialmente los meses de octubre y noviembre, así como marzo y abril. No obstante, durante los meses de verano e invierno, normalmente tendremos que tomar medidas para controlar la temperatura del indoor e impedir que suba o baje demasiado.
En verano, al menos durante los meses de julio y agosto, necesitaremos aire acondicionado si la floración de nuestro cultivo transcurre en esta época. Tal y como he explicado anteriormente, las altas temperaturas son causa de estrés y favorecen la sequía, las plagas, etc. Si no tenemos pensado llevar a cabo ninguna floración durante estos meses y sólo queremos mantener plantas madre, podremos optar por prescindir del aire acondicionado, pero igualmente deberemos tomar una serie de medidas para evitar que la temperatura se eleve hasta niveles excesivos. Podemos aumentar la potencia de la extracción para sacar el aire caliente más rápidamente, o la de la intracción, si tenemos acceso a aire que sea algo más frío. Si utilizamos como sistema de iluminación lámparas DAI, tendremos que utilizar un reflector refrigerado, ya que desprenden mucho calor y hacen que aumente la temperatura de la sala. Otra opción es sustituir este tipo de lámparas por unas de bajo consumo como luces LED o CFL. Además, procuraremos que la iluminación permanezca apagada en las horas de más calor, es decir, deberemos encender los focos en horario nocturno preferiblemente.
Para impedir que la temperatura del cuarto de cultivo baje demasiado, también tomaremos esta medida: procuraremos mantener la iluminación en marcha durante la noche, especialmente si utilizamos lámparas DAI, ya que hace más frío y así aprovecharemos el calor que emiten. Al mismo tiempo, evitamos que pasen un periodo nocturno demasiado frío, ya que de día hace algo más de calor. Si aun así la temperatura de la sala de cultivo es demasiado baja, quizá debamos considerar la posibilidad de utilizar algún aparato calefactor. Los cables calentadores que se usan para los reptiles son una buena opción si el frío no es demasiado: se pueden enrollar alrededor de las macetas para que el entorno de las plantas esté algo más caliente. Sin embargo, si las temperaturas son excesivamente bajas, tendremos que considerar la posibilidad de poner una estufa. Los calentadores eléctricos, aunque son bastante económicos y se pueden adquirir por menos de 50 euros, consumen bastante electricidad y también resecan el ambiente del aire. Las estufas de butano son algo más caras, pero a la larga gastan menos, no resecan tanto el ambiente y generan CO2 que las plantas pueden aprovechar. Quizá su principal pega sea que calientan demasiado si las dejamos encendidas mucho rato.
¿Cómo mitigar los efectos de la temperatura en exterior?
En el cultivo exterior, aunque no podamos controlar la temperatura, podemos tomar ciertas medidas para proteger al cultivo de condiciones ambientales. Éstas pasan principalmente por cubrir el cultivo con mallas de sombreo o plásticos según necesitemos proteger a las plantas del calor o el frío respectivamente. También hay cultivadores que optan por cubrir el suelo con algún material transpirable para proteger la zona radicular. Si cultivamos en maceta, hay que tener en cuenta que al tratarse de un contenedor, el sustrato se calienta bastante, por lo que deberemos proteger los tiestos del sol y elevarlos ligeramente para no apoyarlos sobre el suelo caliente.
En resumen, los vegetales son seres cuya temperatura depende de forma directa de la temperatura ambiental. Ésta influye de forma considerable sobre los procesos fisiológicos de las plantas y sobre otros factores que también acaban afectándoles. Por esta razón es muy importante prestarle atención e intentar regularla o proteger el cultivo ante condiciones ambientales extremas.
Espero que te haya gustado el artículo y que pueda serte útil en tus cultivos.
¡Muy buenos humos!
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