El Cultivador 10

66 pensamiento psicodélico Psiconáutica y sus manifesta- ciones. Cuando digo “acercar- nos” advierto, de nuevo, sobre la imposibilidad de captar por completo la esencia atrapada en las acciones y manifiestos de estos seres. La única forma de compartir por completo estas visiones hubiera sido vivir en su época y compartir las vivencias que fundamenta- ron sus hipótesis. Una vez esclarecido esto, recordemos que inmediatamen- te atrás quedaron C o n a n D o y l e , Sherlock Holmes, Aldous Huxley, en el número 7 de El Cultivador , y Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll, en el número 8. El orden no tiene relación alguna con la relevancia otorgada a cada autor en relación a la Psiconáutica. Esto, una vez más, se convierte en algo sumamente personal. El orden cronológico pierde su valor por completo y el mu n d o de las ideas, construido por cada uno de nosotros de una forma cada vez más subjetiva, pasa a cobrar toda importan- cia existente. Con la elección de Conan Doyle para comenzar esta andadura ya quebrantábamos una norma: él nunca admitió ser un Psiconauta. Sin embargo, la influencia de Holmes en el inconsciente colectivo, su popularidad –en el momento de su creación y en la más rigurosa actualidad– y otros muchos factores que explico con detenimiento en dicho artículo convierten a Doyle en un factor imprescin- dible para la comprensión del Psiconauta, personificado en su creación, Holmes. Elegir a Huxley fue algo mucho más sencillo, pues para la mayoría de estudiosos es el mayor exponente intelectual y literario de la Psiconáutica. Como os comentaba en el artículo anterior, ahora me decantaré por Lewis Carroll y, probablemente, transgrediré alguna que otra norma no escrita. Aquel que diga basarse en un objetivismo radical –una realidad entendible por el hombre pero al margen de él– se sumirá en el fango al intentar conciliarla con la Psicodelia. La individualidad, el subjetivismo, la creatividad y la imaginación son algunos de los pilares que sostienen la relatividad a través de la que debemos observar a estos entes y leer sus escritos. En otras palabras, la única forma que tenemos de disfrutar plenamente de estos pensadores y sus obras es abrir nuestras mentes por completo e intentar interiori- zar aquello que nos cuentan, haciéndolo nuestro. De otra forma podemos sorprender- nos a nosotros mismos descar- tando algo simplemente porque no lo entendemos. Por ejemplo, no es raro encontrar a alguien que sostiene que la obra de Carroll –especialmente Alicia en el país de las maravillas y, su secuela, Alicia a través del espejo – no sólo son obras para infantes sino que carecen de un interés analítico y argumental. En el artículo inmediatamen- te anterior tratamos de aden- trarnos en la historia personal de Carroll para comprender así la relevancia del autor. Ahora toca detenernos en lo que más nos importa, la obra que le hizo mundialmente famoso y que hace alusiones constantes a sustancias psicotrópicas. Según los diarios de Dodgson, el 4 de julio de 1862 ideó el argumento de la Alicia en el país de las maravillas . Él y su estrecho amigo Robinson Duckworth llevaron a las hermanas Liddell a pasear en barca por el Támesis. Carroll improvisó un relato para entretener a las niñas y entusiasmó especial- mente a Alice, quien le pidió que lo escribiera. Dodgson pasó toda la noche que acompañó a ese día escri- biendo el manuscrito que pos- teriormente le regalaría a la niña las navidades siguientes. Su primer título fue Alice’s Adventures Under Ground (Las aventuras subterráneas de Alicia) . El autor añadió un pequeño poema de siete estrofas en la primera edición, en el que explicaba cómo se gestó dicho escrito. El cuento, que muchos de vosotros habréis leído, está repleto de alusiones, unas irónicas otras satíricas, a los propios amigos del autor, a la educación inglesa y a todo tipo de temas políticos. De esta forma, la obra, para muchos, fue una fuente de rebelión argu- mentada, una puesta en ridículo de una sociedad encorsetada. Los juegos de lógica que fun- damentan el El País de las Maravillas han encandilado, generación tras generación, a todo tipo de públicos, desde matemáticos a psiconautas. Recuperemos entonces algunas partes del cuento y parémonos a entender por qué han tenido tal relevancia en el entorno que aquí nos ocupa. En el primer capítulo “El descenso por la madriguera”, Alicia tiene su primera “visión”: un conejo blanco de ojos rosados corría exclaman- do “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!”. Carroll no espera ni tres párrafos para golpear nuestro consciente y advertirnos de que lo que vamos a leer no debe mirarse desde el prisma de lo cotidiano. Como sabréis, Alicia persigue al conejo y se mete en una ma- driguera que pronto se convierte en un profundo porzo por el que cae sin remedio. Poco después, se encuentra en la primera de sus encrucijadas, frente a una pequeña puerta por la que es incapaz de colarse. La habitación que alberga dicha puerta tiene una mesa y sobre esa mesa una botella que pone “BÉBEME”. Cuando, finalmen- te, Alicia se atreve a beberla, degusta todo tipo de sabores: tarta de cerezas, almíbar, pavo asado, caramelo, tostadas calientes con mantequilla… y no puede dejar de beber hasta que se lo termina por completo. Debido al mágico líquido, la protagonista de nuestro cuento encoje hasta ser diminuta. Curiosamente, uno de los efectos de ciertas sustancias psicotrópicas es apreciar las cosas más grandes o más pequeñas de lo que realmente son. Curioso ¿verdad?. Alicia aumenta y encoge debido a otras ingestas y Elegir a Huxley fue algo mucho más sencillo, pues para la ma- yoría de estudiosos es el mayor exponente intelectual y literario de la Psiconáutica

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