El Cultivador

35 literatura cannábica copa en la producción de Martí, mientras que también es a la sustancia que más duramente enjuicia. El opio es un veneno para él. Por último, comentamos su poema Haschisch, una aportación a la literatura psiquedélica que, por lo general, ha pasado desapercibida pero que quizás debiéramos tener en consideración o incluso leer junto a otros clásicos como la obra de Thomas de Quincey (1785-1859), o los Paraísos artificiales(1860) de Baudelaire, publicadas pocos años antes que el poema de Martí. El opio es veneno En un artículo publicado en La Naciónde Buenos Aires en 1883, Martí trataba el tema del opio sin tapujos. No tenía buenas palabras, así como tampoco las tenía para aquella parte de la población china a la que culpaba de introducir el opio en la ciudad de Nueva York (hecho que Martí conocía con profundidad por experiencia personal) así como de envilecer a la población. Escribía: “de mala hora los chinos infectos, a quienes sus mismos compatriotas honrados persiguen, porque saben de artes abominables y espantosas, y de humos de yerba, y opio hediondo, que llenan el espíritu de miasmas, los ojos de miradas lodosas, las manos de temblores”4. Hemos de puntualizar que, como bien lo advierte Marta Herrero Gil, en Las drogas en el imaginario de los modernistas hispanoamericanos. Conciencia de separación y búsqueda de la unidad, Martí “se refiere a los chinos de malas artes (Martí nunca identifica a toda una nación o grupo humano con un vicio, sino que reconoce la tensión individual por el vicio o la virtud), dedicados a difundir el uso del opio y a infectar con él a la población” (Herrero Gil, 2012). Para Martí el opio importado de Extremo Oriente era, sin duda, veneno. Esto es lo que puede extraerse de su artículo, pero, por si quedara dudas, explica más adelante en la misma narración: “tienen en los barrios ricos tarimas recamadas, donde fuman de tarde a mañana, y el día después a veces, el veneno que de la taza de porcelana les lleva a los labios una pipa de oro” (Martí, 1975, vol. 9). Un veneno que, explica Martí, se había extendido por todas las clases sociales de la ciudad, era servido y consumido hasta en “pipa de oro” por los más ricos, y había encontrado en el género femenino a la presa más débil. Desde mujeres de clases altas neoyorquinas a mozas jóvenes que cobran su jornal, según Martí, ellas se sienten especialmente atraídas por los humos de los fumaderos de opio. Y para acabar de demonizar al diablo, refiere incluso que “se sabe que dan dulces de opio a las niñas, que al cabo gustan de ellos, y van a pedirlos, hasta que caen como flores en fango, en torno a una pipa que nunca se acaba, sobre la tarima del tétrico garito” (Martí, 1975, vol. 9). Todo un cuento de terror para los más conservadores. Queda claro que la condena de Martí al opio era eminentemente moral. José Martí, de Herman Norman de 1891 (Secretaría de Instrucción pública y Bellas Artes de Cuba, CC0, Wikipedia) Si bien el interés literario de Martí no caminaba por derroteros psiquedélicos, podemos encontrar alusiones a diversas sustancias diseminadas a lo largo y ancho de sus textos

RkJQdWJsaXNoZXIy NTU4MzA1