El Cultivador

exclama reiteradamente, “¡Oh! ¡Quién pudiera de una mora, el amor gozar un día!” (Martí, 2012). Y no se contenta con describirla, sino que nos transporta a sus fantasías, contándonos todas aquellas cosas que el beso de una mujer árabe le proporcionaría. Si él sabe todo esto, nos cuenta, es por un motivo: “Nadie sabe el secreto misterioso de un beso de mujer: yo lo he sabido en un arrobamiento luminoso extra-tierra, extra-humano, extra-vivido” (Martí, 2012). Y este giro argumental nos hace entender que ha llegado el momento de hablar del hachís, porque probablemente sea lo que le ha provocado ese arrobamiento luminoso, esa experiencia extática a Martí. Y efectivamente así nos lo cuenta: “El árabe si llora, al fantástico haschischconsuelo implora. El haschisches la planta misteriosa, fantástica poesía de la tierra: sabe las sombras de una noche hermosa y canta y pinta cuanto en ella encierra. El ido trovador toma su lira: el árabe indolente haschischaspira. Y el árabe hace bien, porque esta planta se aspira, aroma, narcotiza y canta. Y el moro está dormido, y el haschischva cantando, y el sueño va dejando armonías celestes en su oído” Martí no duda en comparar el hachís del árabe con la lira del trovador. El hachís es medicina del árabe y fuente de inspiración. Así, tampoco niega el efecto narcótico, sino que alaba las virtudes del sueño que el hachís provoca (“el sueño va dejando armonías celestes”) y continúa un poco más adelante: “Fiesta hace en el cerebro, despierta en él imágenes galanas; él pinta de un arroyo el blando quiebro, él conoce el cantar de las mañanas, y esta arábiga planta trovadora no gime, no entristece, nunca llora, sabe el misterio del azul del cielo, sabe el murmullo del inquieto río, sabe estrellas y luz, sabe consuelo, ¡sabe la eternidad, corazón mío!” El hachís es también presentado por el autor como una puerta de acceso a estados alterados de conciencia en que lo sensorial se intensifica, y camina hacia lo misterioso y lo bello. El hachís según Martí potencia los estados místicos (conoce “la eternidad”). Sin embargo, los halagos acaban deshaciéndose en desesperación: una vez que Martí ha conocido la libertad que proporciona la sustancia, no hay vuelta atrás. Una vez se sabe esclavo de la realidad, el hachís no es ya solamente néctar de libertad, sino que paradójicamente acaba convirtiéndose en veneno autodestructivo. El poema termina: “¡Oh, beso de mujer, llama a mi puerta! ¡Haschischde mi dolor, ven a mi boca!” Sin duda, la de Martí es una aportación indiscutible a la literatura psiquedélica, aunque esta no fuera su intención y sí lo fuera la de navegar por más anchos horizontes literarios. Referencias 1. Herrero Gil, M. (2012) Las drogas en el imaginario de los modernistas hispanoamericanos. Conciencia de separación y búsqueda de la unidad (tesis doctoral). Universidad Complutense: Madrid. 2. Pérez Nápoles, R. (2004) José Martí: el poeta armado. Algaba: Madrid. 3. Para más información: bit.ly/3ikLrEf. 4. Martí, J. (1975) Obras completas, Vol. 9. Ciencias sociales: La Habana. 5. Martí, J. (1975) Obras completas, Vol. 19. Ciencias sociales: La Habana. 6. Martí, J. (1975) Obras completas, Vol. 21. Ciencias sociales: La Habana. 7. Martí, J. (2012) Poesía completa de José Martí, Tomo II. Letras cubanas: La Habana. 38 literatura cannábica Escultura de José Martí en Ecuador (Bernard Gagnon, CC0, Wikipedia)

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