El Cultivador

33 literatura cannábica donde consiguió cierto renombre por sus dotes para la crítica. Poco después, el por entonces presidente (Lisandro Barillas) fundó El Correo de la Tarde, diario a cuya cabeza nombraría a Rubén Darío y para el que también trabajó Gómez Carrillo. Fue precisamente por recomendación del poeta que Gómez Carrillo recibió de parte del presidente una beca para estudiar en España y aquí se vino, pero no sin antes hacer una paradita en París. Llegó a la capital francesa con tan solo dieciocho años, pero adoptó la vida de la bohemia parisina con gran naturalidad y se codeó con Verlaine, Moréas, Leconte de Lisle u Oscar Wilde. Tan cómodo estaba Gómez Carrillo en París, que el gobierno guatemalteco tuvo que recordarle el compromiso adquirido como becario. Así, con la amenaza de que le retiraran la ayuda económica, no le quedó otra que venirse a España. Aquí colaboró en varias publicaciones (Madrid Cómico, Revista Crítica, Blanco y Negro, La Ilustración Española y Americana) y se estrenó oficialmente con su primer libro Esquisses (1892). Menos de un año pasaría antes de que Gómez Carrillo regresara a París y a la bohemia. Allí escribió en español, hizo amigos literatos y hasta se consagró con su Literatura Extranjera, Estudios cosmopolitas (1895). Para 1898, tras algún viaje a El Salvador y Guatemala, tras dar a conocer su Literatura en América e incluso ser nombrado académico de la Real Academia de la Lengua, Gómez Carrillo ya era un escritor reconocido y bien considerado por su calidad, aunque la temática de sus obras resultara controvertida para el gusto de la época (Notas sobre las enfermedades de la sensación desde el punto de vista de la literatura, Almas y cerebros o Del amor, del dolor y del vicio). Por avatares de la vida, en estas fechas se vio obligado a viajar a Guatemala, con la fortuna de que fue presentado a Manuel Estrada Cabrera, presidente de la nación, que alabó su trabajo y acabó nombrándolo su portavoz. Tan bien le fue a Gómez Carrillo en el cargo, que Estrada Cabrera lo hizo cónsul de Guatemala en París, dándole pasaporte, es decir, fondos suficientes para sufragar su vida allí. De diplomático trabajó también para Argentina, pero su principal ocupación, al menos la que más dinero le proporcionaba, no era esta. Mientras ejercía sus labores diplomáticas y cobraba el sueldo de cónsul, Gómez Carrillo escribía, viajaba por el mundo y se sacaba un dinero limpiando la imagen de su presidente. Como buen bohemio, Gómez Carrillo tenía pose de seductor y fama de casanova, se le conocen sonados romances y se casó en tres ocasiones: con la escritora feminista peruana, Aurora Cáceres, que escribió un libro sobre su matrimonio (Mi vida con Enrique Gómez Carrillo); con la cupletista española Raquel Meller, retratada por Julio Romero de Torres (también junto a su marido); y con Consuelo Suncín, escritora que le sobrevivió, contrajo más tarde matrimonio con el autor de El expresidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera (Picryl, CC 0, Picryl) Llegó a la capital francesa con tan solo dieciocho años, pero adoptó la vida de la bohemia parisina con gran naturalidad Estrada Cabrera lo hizo cónsul de Guatemala en París

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