El Cultivador

35 literatura cannábica Mapa de Perú, país de nacimiento de Clemente Palma (doglikehorse, depositphotos) Plaza de Armas en Lima, localidad de nacimiento de nuestro autor (ncousla, depositphotos) a la absurda creencia de que la “raza española” era superior sobre otras razas como la negra o las indígenas americanas, y hablaba de la posibilidad de mejorar las razas gracias a la inmigración alemana. En su favor cabe decir que no era el único con creencias absurdamente racistas. Pues, aunque estas ideas resultaban controvertidas, representaban a la perfección los prejuicios arraigados en la sociedad del momento. Además del revuelo que causó como pensador, escritor y periodista, Clemente Palma también trabajó, como su padre, en la Biblioteca Nacional de Perú, pero abandonó temporalmente su cargo cuando fue nombrado cónsul peruano en Barcelona (1901-1905). Allí empezó su carrera política y allí también se casaría, en 1919, con María Manuela Schmalz Kast. La pareja ya había regresado a Perú y ese mismo año de su boda, fue elegido diputado en el Congreso de la República y se mantendría en el mismo puesto hasta 1930, que el régimen de Augusto B. Leguía tocó su fin. Su actividad política lo condujo a ser perseguido por el gobierno peruano de Sánchez Cerro, razón por la que vivió deportado (hasta año y medio en Santiago de Chile). Pero además de a su labor política, sus 73 años de vida los dedicó a dirigir tres publicaciones de prensa (Prisma, entre ellas), escribir, ejercer como catedrático, presidente del Ateneo de Lima y hasta miembro la Academia de la lengua y de la Sociedad Geográfica en Lima. Al revisar su obra, puede apreciarse que las drogas, por lo general, son una característica o atributo más de los personajes de Clemente Palma y aparecen diseminadas en toda su producción (El hombre del cigarrillo, El credo de un borracho, etc.): “En los textos de Palma encontramos numerosas referencias a las drogas, el tabaco o el alcohol. El vicio va pegado a sus personajes como la complexión física, el carácter o los pensamientos más arraigados”1. Sin embargo, durante la revisión, rápido saltan a la vista un par de títulos en los que la presencia de las sustancias es tan acusada que llega a usarse como eje vertebrador del relato y casi motivador, en tanto que su consumo produce alucinaciones que Clemente Palma aprovecha para expresar su yo más íntimo. Como explican desde la Biblioteca Virtual Cervantes: “podemos decir que la curiosidad extrema de Palma lo acercó a las sustancias y que, hombre cautivado por la idea de progreso, creyente en la evolución de la ciencia y del espíritu, buscó en la experiencia ebria la posibilidad de hollar los límites de lo vivido, ir más allá, expresar más a fondo el fondo del alma, entrenar la sinceridad (la experiencia revelaba el inconsciente incluso más sombrío del consumidor) y perseguir el autoconocimiento, encontrar fuentes nuevas para la creatividad, y, ¿por qué no?, independizarse de las creencias aprendidas para —ser atrapado por la duda— intentar comprender todas esas cuestiones que han latido siempre en el fondo del ser humano”1. La leyenda de hachisch Cuentos malévoloses considerada la obra cumbre de la producción de Clemente Palma, publicada en 1904. El libro está formado, como bien sintetiza M. Ángeles Vázquez, “por diez cuentos de calidad irregular, narrados mayoritariamente en primera persona: Su tesis doctoral (El porvenir de las razas del Perú) ya desde tiempos tempranos le valdría el apelativo de polémico Ricardo Palma, padre de Clemente (PantherMediaSeller, depositphotos)

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