El Cultivador

35 literatura cannábica el modernismo europeo y el modernismo latinoamericano, haber abierto la puerta y acercado a los hispanohablantes a ese mundo de la bohemia, que venía marcando el ritmo del devenir artístico occidental. Su personalidad, según muchos autores convienen en apuntar, era compleja, apasionada y frívola a la vez. Si bien no se le contaron adicciones importantes, era en cierto modo adicto a las emociones y la intensidad de la vida, a la pasión amorosa y las mujeres, como reflejan las tramas de sus novelas. Sin embargo, a menudo Gómez Carrillo resulta superficial y vacío, como lo explica Herrero Gil, un bohemio de postín: “Siendo el modernista que posiblemente más viajó por todo el mundo y que más se mezcló y mejor se sintió con la vida parisina, al enfrentarnos a sus textos persiste la sensación de que su vocación de escritor bohemio es una máscara artificial y de que penetró en la vida moderna más como imitador de sus escritores admirados (Verlaine, Moréas, etc.) que como portador de una voz propia, siempre guardando las distancias, siempre al otro lado de la crónica, por vanidad más que por autenticidad”1. Las drogas en Gómez Carrillo Como explicábamos, no se le conocen importantes adicciones a Gómez Carrillo. No obstante, él mismo explicó en su autobiografía El despertar del alma que su primer contacto con las drogas fue con el alcohol: “No sentía ni sueño ni cansancio; sentía, al contrario, una necesidad febril de andar, de respirar, de perderme, de huir de mi tristeza, de embriagarme con algo. Mi primera copa de aguardiente, una copa “doble” de a real, ancha y chata, la tomé aquella noche en una cantina sórdida, sin hacer una mueca, como un borracho acostumbrado a los grandes tragos”2. Su consumo de alcohol fue habitual tal y como retrata en En plena bohemiacuando dice que al llegar a París, “notábase que mi mala fama de bebedor precoz servíame para no pasar completamente desapercibido. Y en el fondo de mi alma sentíame tan orgulloso de mi falta de temperancia, que habría sido capaz, para sostenerla, de apurar los más extraordinarios brebajes”3. Beber le servía a Gómez Carrillo para colaborar más fluidamente en las tertulias y las conversaciones, potenciar su creatividad y, en definitiva, para “vivirse a sí mismo como escritor excéntrico y bohemio” (Herrero Gil, 2012). Si, por el contrario, más que en su persona, ponemos el foco en su obra, pronto apreciaremos que las drogas no son un elemento especialmente importante, sino una pieza más de atrezo, un detalle más del contexto que enmarca la trama. Por eso, si hacen acto de presencia no llaman especialmente la atención, pues forman parte habitual del escenario que Carrillo retrata. Sepultura de Enrique Gómez Carrillo en el cementerio de Père-Lachaise (Pierre- Yves Beaudouin, CC BY- SA 4.0, Wikipedia) Su primer contacto con las drogas fue con el alcohol Las alusiones a las drogas tienen un eminente matiz femenino

RkJQdWJsaXNoZXIy NTU4MzA1