que resulta ser Afrodita, el “Amor con todas las energías”, “la eterna pasión” (Clemente Palma, 2016). Ella le regala un mechón de su pelo y la visión se desvanece para conducirnos de nuevo a la habitación del protagonista. Él sostiene en su mano un poco de pelo. Es pelo de Leticia. Así es como toca a su fin el relato, estableciendo una coherencia entre la última alucinación y el “momento real” en el que se haya el protagonista. Es posible que, a muchos, Leticia les recuerde a la Beatriz de La divina comedia, pues la deuda de Palma con Dante no es solo algo implícito en el relato, sino que es explicitado en numerosas ocasiones en la boca del protagonista. Segura Zariquiegui explica esto mucho mejor: “El narrador cuenta sus experiencias tras el consumo y va describiendo todos los estados por los que va pasando. El autor se dedica a ensayar otra subversión del bien en el mal. El relato trata de ser una historia paralela a La divina comediade Dante. Es un viaje del protagonista guiado, primero por un peculiar Virgilio, el místico indio Djolamaratta, y posteriormente, por su propia Beatriz. El protagonista contaminado por el hachís le pregunta a su guía femenina: «¿A dónde vamos? ¿al infierno o al paraíso?» (1912: 152). Van pasando por extraños mundos de mujeres sin sexo hasta llegar a la sublime belleza, el ideal a alcanzar. Volvía a ver en esa belleza a su mujer perdida” (Segura Zarisquiegui, 2016)4. Además de Dante, los expertos señalan la enorme influencia de la literatura de Edgar Allan Poe en Cuentos malévolos pues “revela un tópico constante, basado en lo terrorífico, propio del romanticismo. Asimismo, aquella preferencia del autor se le atribuye a su filiación con Édgar Allan Poe, quien construyó discursos caracterizados por la configuración apocalíptica de personajes, situaciones y ambientes que desencadenaban lo irracional y lo paranormal” (Delgado del Águila, 2019)5. Si todo esto no te ha animado a su lectura, a lo mejor te convencen dos datos: “La leyenda de hachisch” está curiosamente dedicada a Benito Pérez Galdós y, lo que es mejor, fue prologada por Unamuno. Las queridas de humo La experiencia visionaria vuelve a aparecer en la literatura de Palma, en Las queridas de humo, un relato breve, que rápido recuerda al de Rubén Darío, El humo de la pipa, publicado en 1888 y tratado en números anteriores de El Cultivador. En su narración, Darío divide en fragmentos diferenciados un cuento en que narra la experiencia de fumar y describe las alucinaciones a ella asociadas. Y, como sucede con El humo de la pipade Rubén Darío, que “la bocanada de humo representa el telón fantasmagórico en el cual se proyecta el texto alucinante”, sucede con el humo del cigarro de Las queridas de humo, de Clemente Palma. El peruano nos explica en un escrito de tres partes, las tres visiones que experimenta mientras fuma. Tres visiones en las que, como explica Herrero Gil, “el fumador manifiesta sus obsesiones eróticas, que se proyectan hacia tres bellas y nobles mujeres (Ofelia y Eglantina son nobles, la Muerte es una Reina), y que no logran nunca hacerse realidad, frenadas siempre por la condición de la experiencia (se trata de ensueños) y por la estrechez temporal de cada bocanada de humo” (Herrero Gil, 2012)6. La primera mujer que despierta el deseo del protagonista es la Ofelia del Hamletde Shakespeare. Palma escribe: “Sí, la veo vagando loca en las ondulaciones del humo de mi cigarro […] ¡Oh, cómo brillan sus ojos! La inocente niña está muy pálida, pero sus labios son rojos; su complaciente sonrisa despierta en mi organismo a los enanillos de la maldad que bailan furiosos por toda mi espina dorsal y pinchan mis nervios. Luego se arremolinan en torno de mi cerebro y atizan la maldita llama con sus murmuraciones insolentes y maliciosas. Mis ojos brillan también”7. 37 literatura cannábica La obra de Palma reflejó los estados alterados de conciencia (agsandrew, depositphotos) Para sobrellevar mejor su ausencia, nuestro protagonista se hunde en la alucinación provocada por la ingesta de hachís, “una insensata embriaguez”
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