El cannabidiol o CBD sigue acaparando mucha atención por sus propiedades terapéuticas, especialmente a través de casos mediáticos como los de niños epilépticos (véase Charlotte Figi en los Estados Unidos y la pequeña Graciela en México). Este tipo de casos de pacientes con síndrome de Dravet o de epilepsia refractaria tienen un gran impacto en la opinión pública, llegando a ser un factor decisivo en los recientes avances legislativos de México, Brasil o algunos estados de los Estados Unidos. Pero el CBD no sólo tiene efectos anticonvulsivos: es antiinflamatorio y neuroprotector, llegando a ser recomendado en algunos casos como un integrador alimenticio para mejorar el estado físico y psicológico en general.
Por Ramón Servia (Ingeniero Técnico Agrícola) | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.»>Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
El empleo del CBD con fines terapéuticos está dando lugar a un mayor conocimiento por parte del público general del conocido como “efecto carrusel” (entourage effect), esto es: que los tratamientos con extractos completos de la planta son más efectivos que aquellos en los que se emplean los diferentes compuestos cannabinoides purificados por separado. El sistema endocannabinoide todavía no se conoce en profundidad y el cannabis es una sustancia de gran complejidad, donde sus componentes interactúan entre sí y con los receptores de nuestro organismo. Por ello, los extractos de cáñamo industrial están ganando gran popularidad, dado que no tienen consecuencias psicoactivas y su empleo no produce efectos que puedan impedir la realización de las funciones habituales en un paciente. Además se pueden obtener de cultivos totalmente legales.
En otras ocasiones hemos hablado de las variedades de cannabis autorizadas para su uso agrícola. Estas variedades certificadas apenas producen THC en su metabolismo, el límite teórico se establece en un ínfimo 0,2%, pero como se ha demostrado en diversas ocasiones el contenido final puede superar este límite dependiendo de las condiciones del cultivo y del momento de la cosecha. Los niveles de CBD en estas variedades pueden alcanzar porcentajes de entre el 1 y el 6%, por ello el cáñamo industrial es a día de hoy la principal fuente de CBD para la mayoría de los productos basados en este compuesto que están apareciendo en el mercado.
Como norma general se acepta que aquellos productos o extractos con un contenido menor del 0,2% de THC son legales o tolerados por distintas administraciones a nivel europeo. Ahora bien, esta “legalidad” o tolerancia todavía se encuentra en una zona gris debido a que en los tratados internacionales de fiscalización de estupefacientes se prohíbe la extracción de la resina del cannabis, sin hacer distinción alguna entre el cannabis industrial y el cannabis narcótico.
De las 52 variedades certificadas de cáñamo industrial registradas para su empleo en la Unión Europea en la directiva de la comisión europea EC 2860/2000 podemos distinguir dos tipos principales:
– Monoicas: Aquellas que presentan flores de ambos sexos en un solo ejemplar.
– Dioicas: Aquellas que presentan flores de sólo un sexo en cada ejemplar.
Para grandes producciones (ya sea para semillas, fibra o CBD) las variedades monoicas son las preferidas por su uniformidad. De hecho, la gran mayoría de las variedades certificadas son monoicas. Pero con la popularización del cultivo de cáñamo para la producción de CBD tal vez las variedades dioicas sean más adecuadas, puesto que permiten separar los ejemplares masculinos y obtener así un cultivo de ejemplares femeninos y sin polinizar.
Aunque partiendo de semillas certificadas se puedan obtener plantas con cierto nivel de CBD, la limitación en cuanto al contenido en THC es un lastre, puesto que el límite de 0,2% es un umbral demasiado bajo. En algunos ensayos realizados en Colorado sin ninguna limitación en cuanto al contenido en THC se han dado resultados de hasta un 18% de CBD con menos de un 1% de THC.
La regulación europea para el cáñamo industrial sólo contempla el aprovechamiento de las semillas y de la fibra, y en ningún caso el aprovechamiento de la producción de cannabinoides. Por este motivo las variedades certificadas tal vez no sean las más adecuadas para la producción de CBD pero, desde luego, poderlas cultivar de forma abierta y legal es una ventaja enorme si las comparamos con las variedades de cannabis “comercial” y las circunstancias excepcionales que las rodean y que impiden su cultivo de forma masiva.
En lo referente al proceso de extracción (el más delicado en todos los sentidos), partir de un material vegetal de base con un 1 o 2% de CBD hace que el rendimiento del proceso sea bastante bajo, así como que necesitemos procesar mayores cantidades de materia vegetal para obtener la misma cantidad de cannabinoides. Esto acarrea dos inconvenientes principales: por un lado consumiremos más recursos (terreno, energía, solvente, espacio de almacenaje y secado, etc.) y por otro lado podemos llegar a tener unos elevados contenidos en metales pesados, pesticidas u otros contaminantes, dado que el cáñamo es un cultivo bioacumulativo, es decir, que puede absorber estas sustancias en su organismo desde su medio de cultivo.
Como ejemplo extremo de esta problemática expondremos el caso sucedido hace un par de años en los USA, donde una niña con epilepsia fue tratada con un extracto de cáñamo para tratar de reducir sus crisis epilépticas, pero el efecto no fue el deseado. La paciente presentó un cuadro de síntomas que encajaban perfectamente con la descripción de un envenenamiento por selenio, repitiéndose los mismos síntomas en el padre cuando éste decidió ingerir una dosis equivalente del mismo extracto.
En los USA asumen que se puede elaborar cualquier tipo de producto derivado del cáñamo mientras se parta de la fibra, los tallos o la semilla del mismo, y aunque la fibra o los tallos contengan un pequeño porcentaje de CBD y por lo tanto sea técnicamente posible obtener CBD a partir de este material, durante el proceso de extracción estaremos también concentrando todas las impurezas, pudiendo llegar a obtener un producto tóxico en el caso de que el cultivo se haya realizado en terrenos contaminados de alguna forma o sin control en cuanto a la utilización de herbicidas y/o pesticidas.
El empleo de cáñamo industrial para la producción de extractos ricos en CBD es plenamente viable, pero la falta de regulación y control en la producción de los mismos puede conllevar graves riesgos para los consumidores. Unas medidas básicas de control sobre cada lote de producto final o de extracción deberían incluir las siguientes analíticas:
– Microbiológico: control de la presencia de microorganismos potencialmente peligrosos para la salud, como Aspergillus o E. Coli.
– Pesticidas: control de presencia de sustancias tóxicas fruto de la deficiente gestión del uso de fitosanitarios en el cultivo.
– Residuos: control de la presencia de residuos de solventes tóxicos en el caso de utilizar técnicas que usen solventes tóxicos como butano, hexano, etc.
– Cannabinoides: aunque los cannabinoides son compuestos de muy baja toxicidad, es fundamental conocer el contenido en principios activos para poder realizar un consumo controlado y manejar la dosificación en el caso de los usuarios terapéuticos.
De nuevo, como en el caso del autocultivo (o del cultivo colectivo de cannabis en el caso de las asociaciones cannábicas) nos encontramos con que la falta de regulación por parte de las administraciones públicas que parecen estar ancladas en su postura del avestruz, con la cabeza enterrada en la arena, puede poner en peligro a los consumidores y pacientes, puesto que aunque no haya necesariamente mala fe por parte de los productores y transformadores, la falta de controles adecuados hace que estén presentes en el mercado productos que no cumplan las condiciones básicas para su consumo.
Es evidente que cada día que pasa surgen nuevas marcas y diferentes tipos de extractos de CBD, pero una parte de ellos no cumplen con las garantías mínimas en cuanto al etiquetado o a los controles sanitarios mínimos exigibles. De hecho, algunas iniciativas han realizado un muestreo de los productos de CBD disponibles en el mercado, realizando analíticas de cannabinoides, concluyendo que la mayor parte de los productos analizados no contienen las cantidades de cannabinoides que declaran en su etiquetado e incluso algunos de ellos no contienen cannabinoides en absoluto. Así lo publicó la agencia de seguridad alimentaria federal de los USA (FDA) en una carta publicada hace unos meses en los que instaba a los productores a rectificar las falsas indicaciones que incluían en las etiquetas de sus productos.
El CBD es un fenómeno en claro auge, en las ferias sectoriales es cada vez más habitual encontrar este tipo de productos, pero es una industria que se encuentra todavía en fase de desarrollo por lo que es de esperar que en el proceso de maduración de la misma se vayan eliminando estos defectos.
Por supuesto merece especial atención el caso de los productos destinados a tratar alguna dolencia, dado que la mayoría de pacientes tienen sus defensas naturales en niveles muy bajos y serían especialmente sensibles a cualquier contaminante que pueda contener un producto de este tipo. Si las entidades oficiales (especialmente la agencia española del medicamento o la agencia de seguridad alimentaria) siguen obviando la realidad, deberemos ser nosotros mismos los que tengamos que tratar de ser lo más rigurosos posible a la hora de cultivar, procesar, extraer y dispensar cualquier producto cannábico susceptible de ser destinado al consumo por motivos terapéuticos o recreativos.