El estacionamiento del dispensario médico de cannabis River City Phoenix lucía atascado el pasado jueves. Mientras un guardia de seguridad dirigía el tránsito, una fila de pacientes asomaba por la puerta del comercio en el norte de Sacramento, ubicado en un vecindario industrial de moda.
A diferencia de aquellos que se presentan en festivales de cannabis, tales como el Emerald Cup -jóvenes en busca de pasar un buen momento- estos compradores de marihuana no parecen muy diferentes de las personas que se ven a diario en una tienda de comestibles.
Ellos son jóvenes, muchos de mediana edad y también ancianos. Algunos lucían muy enfermos en la fila para entrar a este dispensario, que recauda $16 millones de dólares al año en ventas pese a tener un espacio de solo 1,700 pies cuadrados. Todos los clientes deben mostrar una tarjeta de marihuana medicinal para ingresar; incluso cuando los votantes de California legalizaron el cannabis recreativo en noviembre pasado, las nuevas reglas no entrarán en vigor hasta 2018. Hasta entonces, a menos que se cultiven las propias plantas, es necesario tener una receta médica para comprar.
Como la fecha era 20 de abril, una celebración de la marihuana por razones que todos deben saber a esta altura, el dispensario lucía especialmente colmado.
Al igual que muchos en el estado, River City Phoenix festejó la ocasión ofreciendo algunos obsequios a sus pacientes: cupones para pizza y tacos, y una bolsa con varias regalos, como un cigarrillo preparado, un gramo de capullos y una muestra comestible o dos (después de los cosméticos, la industria del cannabis es la que otorga más muestras. Algunos amantes de la marihuana incluso consideran el 20 de abril como Halloween y vagan de un dispensario a otro en busca de las codiciadas muestras). “¡Que tengan un buen 4/20!”, despidieron alegremente a una joven quien había comprado un cuadrado de Rice Krispies con los colores del arco iris.
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Así como la cultura del café de alta calidad nos dio a los “baristas”, el comercio floreciente de marihuana nos concedió a los “budtenders”, el equivalente de un técnico de farmacia pero para los dispensarios. “Si llega un nuevo paciente, le pregunto qué tipo de efecto quiere lograr. ¿Algo para relajarse al fin del día? ¿Algo para mejorar el dolor de articulaciones o de cabeza?”, comenta Shayna Schonauer, de 27 años de edad, quien comenzó a trabajar como budtender en River City Phoenix hace casi cinco años.
El mes pasado, Schonauer se convirtió en la primera técnica de farmacia especializada en cannabis reconocida por California. Para lograrlo completó 2,000 horas de entrenamiento -acerca de seguridad, embalaje, verificación de pacientes y mejores prácticas de negocios- y recibió su certificado oficial emitido por el California Apprenticeship Council, perteneciente al departamento estatal de Relaciones Industriales. Otros 35 registrados en el programa piloto del área de Sacramento todavía deben obtener sus certificados. El plan de estudio fue encabezado por el sindicato United Food and Commercial Workers (UFCW), que representa a 1.3 millones de miembros y comenzó a contactar a trabajadores de dispensarios hace cuatro años.
“Es un tiempo emocionante”, afirmó Jeff Ferro, director de la campaña de trabajadores del cannabis de UFCW. Ferro prevé más programas de aprendices que cubran todas las partes de la industria, “desde las semillas hasta la venta”, y trabaja con instituciones como City College of San Francisco para crear un currículo especializado que podría ser modelo para otras partes de la industria (los dispensarios no deben estar sindicalizados para participar).
Además de crear una fuerza laboral más estandarizada, remarcó Ferro, el aprendizaje ayudará a nivelar el campo para aquellos que han sido castigados duramente con la fallida ‘guerra contra las drogas’. “Es una oportunidad para que la gente de color realmente prospere, porque son las habilidades las que permitirán eso, no tu color o género”, advirtió.
El programa de aprendices es un indicador más de cómo el cannabis se está profesionalizando a un ritmo vertiginoso. Otro signo es la sindicalización de la mano de obra relacionada. El UFCW, que representa a trabajadores de River City Phoenix, ha organizado a miles de ellos en ocho estados.
A diferencia de muchos empleadores que huyen del pánico cuando un sindicato se acerca a sus trabajadores, River City Phoenix invitó al gremio a sumarse.
“Tenía mucho miedo de que me lleven preso”, afirmó David Spradling, un simpático hombre de 36 años que es copropietario del dispensario junto con Mark Pelter, de 68, un sereno monje budista que comenzó en el cannabis hace años, como trabajador estacional en el condado de Mendocino. “Busqué al gremio porque quería solidificar los salarios y beneficios de mi personal, de modo que si me arrestaban o si tenía que vender el dispensario, mis empleados estuvieran seguros”, manifestó.
Con 100 trabajadores en su nómina, Spradling y Pelter manejan el dispensario sindicalizado más grande del estado. El salario de sus empleados comienza en $13 la hora y, después de 90 días, asciende a $15. Todos reciben beneficios de salud, y eventualmente participarán en el plan de retiro de UFCW (Spradling remarcó que muchos de sus empleados nuevos no están tan entusiasmados con los beneficios porque tienen menos de 26 años y siguen en los planes de salud de sus padres).
Los dos propietarios han comprado recientemente un segundo dispensario cercano y tienen planes de ampliarse a Marysville y Portland, Oregon. Su objetivo es abrir tres dispensarios al año durante el próximo lustro, entre ellos uno en Los Ángeles, que Spradling define como “el mayor mercado de marihuana del mundo”. “No se puede ser líder en la industria sin tener presencia en L.A. Eso empequeñece todo”.
Cuando Schonauer, quien no asistió a la universidad, comenzó a trabajar para River City Phoenix como budtender, ganaba $9 la hora. Actualmente, como encargada que supervisa dos tiendas, gana casi cuatro veces más. “Espero que este programa introduzca algún tipo de estándar en nuestra industria, lo cual aún no tenemos”, afirmó.
La charla tuvo lugar en un espacio pequeño pero ventilado, ubicado al lado del dispensario y llamado Honey’s Hideaway Gallery, que fue recientemente inaugurado por Spradling. La galería se dedica a pipas de vidrio soplado, pipas de agua y “rigs”, que se emplean para fumar formas concentradas de cannabis. Algunas de las piezas, todas de alta gama y que cuestan hasta 5,000 dólares, lucen completamente únicas; es difícil imaginar ensuciar cualquiera de ellas con pegajosos extractos de cannabis.
Por otra parte, también difícilmente uno podría haber imaginado que los empleados del cannabis estarían sindicalizados alguna vez, o que el estado de California pondría su sello dorado de aprobación en esta nueva clase de trabajadores.