Esta entrevista fue publicada originalmente en la edición de abril de VICE.
Antonio Caballero es uno de los columnistas más influyentes (y mejor pagados) de Colombia: 40 años corridos de periodismo de opinión en los que sistemáticamente se ha quejado de los gobiernos y las políticas que acometen. La regla de análisis político de Caballero es a la vez férrea y devastadora: cada gobierno, dice, es peor que el anterior. A todos les ha dado palo. A veces con gracia, a veces con veneno. Todo depende.
Parte de su crítica va encaminada a cuestionar la ilegalidad de las drogas que, para él, es la causa de muchos de los problemas que ha vivido el país desde que se declaró la guerra contra ellas. En enero de este año, en un desayuno convocado por el exministro de Justicia, Yesid Reyes, le puso insumos a sus quejas asegurando, como quedó consignado en una columna de VICE Colombia firmada por Daniel Pacheco, que él era un consumidor no problemático de cocaína.
Con esto en mente, y consciente de la usual hipocresía colombiana en torno al consumo de drogas, visité a este líder de opinión para saber, entre otras cosas, por qué había salido del clóset de la coca.
VICE: Usted dice que lleva años repitiendo lo mismo en sus columnas, ¿ha cambiado su opinión frente a las drogas?
Antonio Caballero: Sigo opinando lo mismo que hace 40 años, cuando empezó la guerra contra las drogas. Desde entonces, para mí la única solución es la legalización absoluta de toda la cadena: producción, comercio y consumo.
En los últimos años el Gobierno ha cambiado un poco de opinión. La persecución contra las drogas sigue siendo igual, pero han abandonado el glifosato, que destruye a la gente, los ríos y otras cosechas… Han cambiado con respecto a la marihuana, en tanto que aceptan su uso terapéutico. Pero eso es maquillaje, el fondo del problema —la ilegalidad de las drogas— sigue igual.
Dicen que un primer paso es legalizar la marihuana para usos medicinales. ¿Para usted lo es?
Puede ser un primer paso correcto en países que no producen ni trafican. En Suiza, por ejemplo. Incluso en Estados Unidos, donde son consumidores (a excepción de la producción de drogas de diseño). Para un país productor y exportador como Colombia, me parece un chiste.
¿Qué debería hacer un gobernante colombiano en materia de política de drogas?
Colombia no las puede legalizar por su cuenta y riesgo. Eso es natural, porque es un pequeño país en el mundo. Lo que tiene que hacer un gobernante serio es plantear en los foros internacionales una y otra vez la necesidad de que eso se haga. Porque el problema de las drogas está destruyendo el país en todo sentido: desde los ríos hasta la moral de los jueces.
¿Y Santos no ha hecho eso?
Ha tenido el valor de plantear el tema en la Asamblea de Naciones Unidas, pero muy tímidamente. Dice “Yo no me opondría”; pero un gobernante de Colombia debería decir “Yo soy el que propone que se haga”.
En este país mucha gente dice que las drogas alimentan el conflicto. ¿Qué piensa?
Eso es no entender el problema. El conflicto es producto de la prohibición, no del consumo. Claro, la prohibición hace que el consumo sea costosísimo y en consecuencia enriquezca a los traficantes de las drogas que son, por la ilegalidad, organizaciones criminales.
La prohibición hace que el consumo sea costosísimo y en consecuencia enriquezca a los traficantes de las drogas
En enero usted dio una charla durante un desayuno organizado por el exministro de Justicia. Varios periodistas aseguran que admitió ser un consumidor no problemático de cocaína…
Tal vez lo dije de pasada. Mi intervención se concentró en que el problema estaba en los gobiernos de Estados Unidos, por mantener la prohibición de las drogas por cosas de política: controlar poblaciones incómodas para ellos como los latinos, los negros, la gente del centro de las ciudades. Y por política exterior, para controlar la política de otros países.
Fui consumidor “no problemático” en otra época, pero ahora no lo soy. Aunque no me arrepiento.
¿Qué drogas?
Consumí mucha marihuana. En una época también cocaína, en fiestas. No me generaba ninguna emoción particular.
¿Por qué dijo eso, entonces? ¿Cómo un símbolo político?
No, político no. Físico. No me he muerto. Sigo vivo. Llevo cuarenta años diciendo que consumo drogas. He probado el mezcal, la mezcalina, he probado varias… La heroína no.
¿Por qué no? ¿Le da miedo?
Sí, me da miedo, pero tampoco he tenido la ocasión de probarla. No soy un drogadicto consumado ni me interesa saber a qué saben todas las drogas. La he probado, como he consumido tabaco, como he consumido alcohol, como las cosas naturales de la vida social.
¿En qué época consumió?
Desde que tenía 20 años, primero marihuana y cocaína después. Todo el mundo ha consumido abiertamente en Bogotá desde entonces.
¿En la élite es común el consumo de cocaína?
Pero claro. Es frecuente. Hay gente que está completamente enviciada y gente que no, que la consume socialmente. Los que usted llamó “consumidores no problemáticos”.
¿Defíname “consumidor no problemático”?
Es como cuando se consume alcohol sin necesidad de matar gente borracho. Eso es.
¿Cree que ese ejercicio de decir que uno mete debería hacerlo todo el mundo?
Claro que sí. Todos los que lo hacen deberían salir a decirlo para mostrar la hipocresía, que viene del gobierno de Estados Unidos. Aquella frase famosa de Bill Clinton cuando era candidato a la presidencia, que dijo que él sí había fumado marihuana pero sin inhalarla, eso es lo que retrata la hipocresía general, que viene de allá.