Presiona a otras naciones, aunque afirma que respeta las soberanías
El mayor problema de Estados Unidos no es la producción sino el consumo —considerado el mayor problema de salud pública del país— y la criminalidad que conlleva el tráfico de drogas.
Estados Unidos tiene un serio problema de consumo de sustancias ilegales: en la más reciente encuesta de salud y uso de drogas del Departamento de Salud, con datos de 2014, uno de cada 10 estadounidenses confesó haber consumido alguna sustancia ilegal en el último mes.
Aquí nadie se preocupa o habla de la producción de droga: no hay datos oficiales de ningún tipo —sólo un estudio universitario desfasado de hace más de una década— porque se da por supuesto que todo —o la mayor parte— llega de “importación”, especialmente a través de la frontera suroeste y gracias a los cárteles mexicanos. Según el más reciente informe de “Evaluación de las Amenazas de las drogas en EU” de la DEA, las organizaciones mexicanas dominan todo el tráfico de las principales drogas que se consumen en Norteamérica: heroína, metanfetamina, cocaína y marihuana.
Sin embargo, el país vive un cambio respecto a aquella guerra contra las drogas de los años 70 que impulsó Richard Nixon y que se mantuvo en los años posteriores. Luego aparecieron la Agencia Antinarcóticos (DEA) y otras, para colaborar con los gobiernos del mundo en la erradicación de la producción y tráfico ilegal de estupefacientes, tanto dentro como fuera del país. Pero hoy, el gobierno de EU dice no entrometerse y respetar las decisiones soberanas de otras naciones en este aspecto.
“No comentamos las políticas de otros países”, dijo a EL UNIVERSAL una portavoz de la DEA al ser cuestionada sobre la posición del organismo antidrogas ante la posible legalización de parte del cultivo de amapolas en algunos estados de México para usos médicos o la flexibilidad de la producción de hoja de coca en países como Bolivia.
Eso no significa, sin embargo, que la DEA no esté pendiente de cuál es la situación, o que no presione a través de los organismos internacionales para frenar la producción y cultivo en el extranjero de sustancias susceptibles de llegar a manos del narco, para trabar así la estrecha relación y complacencia entre oferta y demanda en EU. “A pesar de que Estados Unidos habla de estar abiertos a reformas —muchas veces por los cambios que se están produciendo por el caso de la marihuana en el propio EU—, cuando se habla de dar apoyo a las reformas de otros países en asuntos como la hoja de coca o las amapolas, la reacción es diferente”, explica a EL UNIVERSAL John Walsh, coordinador principal del programa de políticas de drogas de la organización sin ánimo de lucro Oficina de Washington sobre América Latina (WOLA por sus siglas en inglés). Pone como ejemplo Bolivia: “Ha sido “descertificada” desde hace muchos años y EU está intentando bloquear la intención de Bolivia de preservar la hoja de coca de los tratados de la ONU por su uso tradicional,” asegura. En concreto son tres tratados: el más antiguo data de hace 50 años.
A su vez, EU trabaja para garantizarse sus opciones de actuar en cualquier país si se trata de un tema de drogas. Esta misma semana el presidente Barack Obama firmó la Ley contra el Tráfico de Droga Transnacional, que “da a las fuerzas del orden las herramientas necesarias para reducir el volumen de droga que cruza nuestras fronteras y autoriza la persecución del crimen transnacional para reducir el flujo de drogas ilegales que llega a EU desde terceros países”, explicó la senadora demócrata por California Dianne Feinstein, una de las patrocinadoras de la nueva ley.
La visión criminal del tráfico de drogas y la “importación” desde países como México convive con un cambio en la opinión pública, especialmente a favor de la legalización de la droga más consumida: la marihuana. A nivel federal, todavía se cataloga como “crimen” el hecho de “cultivar, poseer o distribuir marihuana” o sus derivados. El único cambio a nivel nacional ha sido la reducción de penas por mínima posesión en una veintena de estados, y la aceptación del “cannabis medicinal” en casi la mitad del país.
“Interrumpir el tráfico y producción de droga, a la vez que se refuerzan las alianzas internacionales, siguen siendo los elementos clave para nuestra estrategia holística de control de drogas”, aseguró a EL UNIVERSAL un funcionario del Departamento de Estados de EU que prefirió mantenerse en el anonimato.
Pero esto no ha frenado el aumento del consumo y, por tanto, de la demanda. Según el último Reporte Mundial sobre Drogas de la ONU de 2015, 11.6% de la población de Estados Unidos y Canadá consume cannabis, un porcentaje que va en aumento gracias, en parte, al “boom verde” de la legalización de la marihuana en estados como Colorado, Washington, Oregon o Alaska.
En noviembre votará California, máximo productor interno de cannabis —la mayoría a nivel doméstico o bajo regulación de uso medicinal—; lo más probable es que gane sin problemas el “sí” a la legalización. “La marihuana seguirá siendo abundante en Estados Unidos, y seguirá aumentado y incrementado a medida que se reduzca la percepción de ser una droga dañina,” vaticina Walsh, quién además recuerda que “desde que EU lideró un esfuerzo para prohibir el cannabis amparándose en los tratados de drogas, es tremendamente significativo el número de estados que dentro de EU” regulan para que los ciudadanos puedan acceder a ella.
“La política de EU sobre drogas a cambiado mucho desde la década de los 80, la mayoría a mejor”, asegura a EL UNIVERSAL el doctor Kevin Sabet, uno de los primeros asesores que tuvo el presidente Barack Obama en temas de política nacional de control de drogas y actual fundador del Smart Approaches to Marihuana (SAM), un grupo antilegalización “pero a favor de una reforma”.
Para el Dr. Sabet, la legalización de la marihuana es un “desastre de salud pública sin paliativos”, a pesar del trabajo en los últimos años de la administración Obama de enfrentar el repunte del consumo de heroína, especialmente en el noreste del país y las zonas más degradadas de las grandes ciudades, o el aumento de la aceptación de la marihuana y su consumo, con tasas en aumento y, por tanto, de más reclamo para generar una industria. “Bienvenidos a la gran industria del tabaco 2.0”, exclama el ex asesor de Obama, quien ve en la industria del cannabis la reedición del crecimiento de la industria tabacalera y del alcohol.
El atractivo económico y empresarial de la marihuana legalizada es significativo. “No sólo en su potencial de ingresos”, explica Walsh, “sino también en creación de puestos de trabajo, reducción de arrestos, acceso a productos regulados y analizados, y la eliminación de ingresos a grupos criminales”. No concuerda en esta visión el Dr. Sabet, quien cree que se está “siendo ingenuo” y EU está cayendo en la creación de otra gran industria como la del tabaco. “La idea de que es un éxito de salud pública es erróneo a no ser que creas en un negocio que gana dinero de una adicción. Porque de eso se trata: dinero”, concluye.
Ambos tienen parte de razón: mientras cada vez aumenta más el número de consumidores de productos de cannabis (especialmente en los estados donde se ha legalizado su producción y consumo), los beneficios económicos también están surgiendo. Según datos de la TaxFoundation y la Cámara de Comercio del Cannabis de Colorado, se espera que esta industria genere más de 28 mil millones de dólares en impuestos este año, e ingresos a las empresas del sector superiores a los 45 mil millones por la venta y consumo de 26 millones de libras de marihuana anuales.
En Canadá, donde la marihuana medicinal es legal, se están preparando para algo parecido con la promesa de su primer ministro, Justin Trudeau, de “legalizar, regular y restringir” el acceso a marihuana recreacional; todavía no se sabe ni cómo ni cuándo va a suceder, pero si lo consigue, la afectación llegará hasta EU y, por tanto, al sistema de tráfico de drogas que penetra a través de la frontera mexicana.