La vida de Kara Zartler comenzó demasiado pronto.
Junto con su hermana gemela, nació 26 semanas antes. Con un peso de una libra y 12 onzas, fue un poquito más ligera que Keeley, quien está sana.
Luego, a 10 horas de haber nacido, Kara sufrió una hemorragia cerebral. Diecisiete años después, tiene suerte de seguir viva. Pero tiene parálisis cerebral y autismo severo, el cual en su caso causa un comportamiento compulsivo de auto infringirse heridas que comenzó cuando tenía cuatro años.
“Es horrible ver eso”, comentó su padre Mark Zartler a The Washington Post vía telefónica desde su casa en Richardson, Texas. “Se pega en la cara una y otra vez. Entra en un ciclo y no puede parar. Algunas veces se puede recuperar, pero otras veces se alarga sin fin”.
Luego de años de probar con distintas drogas sin resultados, Zartler eventualmente dio con la mariguana por consejo de un amigo, a pesar de ser ilegal en su estado, Texas.
Para su sorpresa, funcionó. Ahora, años después, decidió dar a conocer su historia — a pesar de que se arriesga a recibir atención no deseada— con la esperanza de cambiar las leyes de su país.
Actualmente, la propuesta 269 del Senado está siendo analizada por un comité. Si se convierte en ley, como Mark espera, Texas será el 29 estado en legalizar el uso de la mariguana con fines médicos, lo cual podría cambiar la vida de Kara.
Cuando comenzaron los episodios de Kara, los cuales incluyen que se golpee, rasguñe y se muerda, duraban 12 horas. Zartler, ingeniero en sistemas de 48 años, y su esposa Christy, practicante de enfermería pediátrica, se turnaban cada media hora para restringirla físicamente, algunas veces por un día entero.
“Me gusta darle un abrazo de oso, manteniendo sus brazos abajo. Me pellizca y rasga la piel de mis manos, pero ya no duele”, dijo Zartler.
Su escuela usaba una camisa de fuerza, modificada, pero ella se deslizaba hasta zafársela.
Podía hacerse daño severo, una vez se quebró la nariz.
“Ella ha tenido orejas de coliflor desde que tenía seis años…como los peleadores de MMA. “Llega de la escuela con sus orejas sangrando”. Una vez la mordió el dedo a su madre y la mandó al hospital.
Su familia pasó por cuatro neurólogos, buscando desesperadamente una solución. Le recetaron Risperidona, una medicina antipsicótica normalmente usada para tratar la esquizofrenia y la bipolaridad. Fue más o menos efectiva.
Lentamente Kara dio a sus padres “horas buenas” en las cuales no se lastimaba, luego “días buenos”. Pero no detuvo los episodios, y la medicina ponía a Kara más lenta, y le restaba claridad mental. Dejó de hacer contacto visual y no podía ir al baño ella sola.
Cuando tenía unos 11 años, un vecino se acercó a Zartler con una idea: Cannabis.
La droga no es legal en Texas, ni siquiera en forma médica excepto por una pequeña excepción —alguna gente con “epilepsia incurable” podría calificar para cannabis en su forma de tetrahidrocannabinol, de acuerdo con el Proyecto de Vigilancia de la Mariguana.
En todos los otros casos, la posesión de mariguana implica una condena dura, a menudo de años en prisión.
Pero Zartler estaba desesperado.
“A Kara le gusta la playa, pero es difícil llegar. En el auto, en aquel tiempo, ella duraba dos o tres horas antes de tener un ataque”, relató Zartler.
“El problema con el auto es que no puedes restringirla, y se defiende”.
Antes de uno de esos viajes, él le dio a Kara un pastelillo con mariguana que su vecino le horneó.
“Ella duró todo el camino sin episodios”, comentó Zartler. “Era un éxito tremendo”.
No conocía la droga pero aprendió a extraer el THC en forma de aceite y hornear los pastelillos. “Lentamente a lo largo de varios años, se la fuimos dando”, dijo. Eventualmente comenzó a usar un vaporizador, el cual, como su nombre lo indica, vaporiza el THC para un consumo rápido.
Ahora Kara tiene 17 años. Le retiró las altas dosis de Risperidona, y notó que Kara hacía “grandes avances”. Comenzó a hacer contacto visual nuevamente y puede usar el baño ella sola.
“No estamos haciendo eso en vez de otras opciones. Kara ha tenido equipos de doctores, y la situación siempre ha sido así. Pero no hay otra medicina que la saque de un episodio una vez que ya comenzó”, explicó Zartler. “La pensamos por muchos años, pero ya no dudo lo que estamos haciendo”.
Zartler y Christy usan la “medicina” menos que antes, pero durante “situaciones de alto estrés”, él se la administra.
De hecho, un día antes de hablar con el Post, Kara tuvo un relapso. Mark le dio un fuerte abrazo de oso por una hora, pero “finalmente tuve suficiente” y le dio “un tratamiento”.
“Y ella pasó un día fabuloso”, añadió. “Y ya no es una zombi. No se acuesta ahí nada más. Se vuelve una Kara normal”.
Cuando iniciaron su experimento, relató Zartler, “creíamos que éramos los únicos en el mundo lo suficientemente locos para hacer esto. No estábamos en algún grupo. No tenía la más remota idea de alguien más en el planeta que estuviera haciendo esto”.
Pero padres de familia de Estados Unidos han estado tratando de curar el autismo con mariguana por algún tiempo.
Aunque en investigaciones se ha encontrado que la droga es útil en el tratamiento de epilepsia, solamente hay anécdotas de gente que la ha encontrado útil para aquellos con autismo severo.
La escritora y becaria Fullbright, Marie Myung-Ok Lee, por ejemplo, escribió en The Post que las galletas de cannabis calmaban a su hijo autista, quien se “consumía con rabietas violentes” y “golpeaba su cabeza, gritaba por horas y literalmente se comía sus camisas”.
Lee y Zartler son sólo unos pocos de los muchos que descubren ese alivio. Pero ellos, como muchos otros, enfrentan cargos penales potenciales por administrarla. Zartler no se puede mudar —sus padres y suegros ya mayores viven cerca y requieren la ayuda de Zartler. Pero mientras esté en Texas, está en riesgo.
“Esto es medicina, así que viajamos con ella. Si estoy viajando por Texas y me detienen”, comentó Zartler, con su voz apagándose, “me arrestarán”, agregó.
“En algún momento de la vida de ella, será un problema”.
Kara estará en la preparatoria hasta que tenga 22 años.