‘Made in Washington’, la marihuana se cultiva a dos pasos del poder

3 mayo, 2016
Cámaras de seguridad y alambres de púa indican que se está en la dirección correcta: este viejo almacén de ladrillo rojo al final de un callejón sin salida alberga 500 plantas de marihuana, a escasos cinco kilómetros de la Casa Blanca.

“Hacemos la visita con un botón de pánico”, explica a la AFP Matt Lawson-Baker, propietario de la plantación Alterntive Solutions junto a su padrastro Bob Simmons, ambos exempresarios de la construcción. Un dispositivo portátil para dar el alerta “en caso de robo”.

“Lo que nunca ha sucedido”, aseguró inmediatamente.

Más de sesenta cámaras de vigilancia, un guardia 24 horas al día “que estuvo en Irak y Afganistán”, una estación de policía cercana y un sistema de alarma hipersensible: los cerca de 1.700 metros cuadrados del sitio están particularmente protegidos. Cada puerta interior dispone de una cerradura con contraseña.

La plantación es una de las siete autorizadas en Washington bajo una ley de 2010 para producir cannabis de uso medicinal para los cerca de 3.700 pacientes insertados por ahora en la capital federal.

“Empezamos en esta industria en 2012 (…), pero tuvimos que esperar un poco. Empezamos a plantar hace poco más de un año”, dice el australiano Lawson-Baker.

¿Ganar millones?

Su licencia autoriza mil plantas, pero la plantación cuenta por ahora solo con la mitad, a la espera de que el mercado realmente despegue.

“Como muchos otros, pensamos que nos iban a entrar millones rápidamente. Pero en poco tiempo nos desilusionamos”, dice.

Porque, además de un mercado aún pequeño y una fuerte competencia, hay mucho que aprender para producir un producto que se vende, según la variedad, en entre 3 mil y 4 mil 500 dólares la libra (unos 500 gramos).

En tres cosechas desde noviembre de 2015, generaron cerca de 700 mil en facturación y piensan alcanzar el umbral de rentabilidad en tres o cuatro años.

La cuarta está en proceso y los ojos brillan a la vista, lupa en mano, de los muchos pistilos blancos que cubren las hojas y las yemas. Cuantos más de estos que pueden parecer o azúcar o bien, más de cerca, pequeños cristales de hielo, “mejor”.

La cosecha no se hace sin cuidar cada detalle: cada planta se corta por la base, suspendida boca abajo para secarla durante diez días, y luego los cogollos (o flores) se cortan, se dejan secar y finalmente se podan.

Quedan por un lado los cogollos y, por el otro, la poda (de pequeñas hojas) que se convierte en polvo (40 dólares el gramo) o resina (45 dólares por 0,5 gramos). Todo se vende sólo a cinco dispensarios autorizados en Washington.

Su verdadera apuesta es la marihuana de uso recreativo. Desde febrero de 2015, es legal en Washington para cualquier persona mayor de 21 años consumir cannabis en un espacio privado, cultivar seis plantas y poseer hasta 56 gramos.

Sin embargo, el Congreso de Estados Unidos, que administra la capital federal, impidió al municipio regular el mercado recreativo, por lo que la compra y la venta siguen estando prohibidos.

Esta falta de regulación hace que “explote el mercado negro, la policía no sabe cómo manejar el problema”, lamenta Lawson-Baker.

Sobre todo porque la posesión, compra y venta de cannabis siguen siendo ilegales a nivel federal. Cada vez más estados autorizan sin embargo el uso médico y, ahora, recreativo.

El mercado se estima en 22 mil millones de dólares en 2020 (4,6 en 2014).

En estos pulcros espacios, Alternative Solutions cultiva actualmente 12 variedades: la Blue Cheese, cuyo aroma pica un poco la nariz, la -curiosamente- más suave AK47, la Green Love Potion, que tiene cualidades afrodisíacas, o la hasta ahora mejor vendida Goji OG.

El paraíso de la marihuana

El olor es, inesperadamente, más bien discreto en los locales. La temperatura y la humedad son razonables, aunque ligeramente superiores en las tres salas de floración en comparación con las de incubación y las de las plantas madre (que proporcionan las semillas y nunca florecen). Todo es manejable por wifi.

“Este es un paraíso para la marihuana. Hemos creado el mejor ambiente en el que ella puede crecer”, dice Simmons.

¿Su secreto, según ellos? Un sistema de alto rendimiento de riego, con filtración, oxigenación, adición de sustancias nutritivas vegetales, casi individualizada. No está permitido grabar o fotografiar este dispositivo.

Nada de productos químicos ni pesticidas. Y mucha agua: 750 litros por día para 84 plantas en floración.

Desde la tala hasta el producto final, todo es etiquetado y trazable por código de barras. Los locales son inspeccionados mensualmente por el Departamento de Salud de Washington y por la policía municipal, que de paso hace de recolectora de basura.

En efecto, una veintena de policías viene cada mes con varias furgonetas a recuperar cientos de cajas de desechos (incluida la tierra), que son etiquetados y luego incinerados en otro lugar. Gratuitamente.

Como sus competidores, Matt y su padrastro esperan con cierta preocupación saber quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca. Y sobre todo, si está a favor o en contra de la marihuana.

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