Toda expresión cultural tiene su auge, su decadencia y su correspondiente crisis de identidad. El festival Burning Man, único en su especie en el mundo, lleva celebrándose desde 1986 y atrae a algunas de las mentes más creativas, subversivas e independientes del mundo. Y también a una cantidad creciente de pijos, brokers de Wall Street, millonarios de Silicon Valley, publicistas y “turistas de la música electrónica”, según denuncian los veteranos del evento.
La tensión entre los que se consideran a sí mismos “garantes de la esencia” del festival y los snobs que lo utilizan como un escenario “glamouroso” para sus producciones de moda o para aumentar su grado de coolness en Instagram (léase Paris Hilton) se desató el pasado 31 de agosto en el campamento del desierto de Nevada, cuando una “horda de hoolingangs” arrasó las instalaciones de White Ocean, lujoso campamento fundado hace tres años por el DJ inglés Paul Oakenfold y el hijo de un multimillonario ruso, y que para algunos se ha convertido en el símbolo de la gentrificación del evento, según The Telegraph.
El ideal de paz y amor que rige el evento desde sus inicios se quebró abruptamente cuando un grupo coordinado de “burners” atacó el campamento White Ocean, que en aquel momento celebraba una fiesta, cortó el suministro eléctrico y provocó una inundación. Los daños y perjuicios fueron detallados en una entrada de Facebook del campamento atacado:
“La pasada noche sucedió algo muy desafortunado que creíamos que no podría pasar en la utopía de Burning Man. Una banda de gamberros asaltaron nuestro campamento, nos robaron y cortaron nuestras líneas eléctricas, dejándonos sin refrigeración y echando a perder nuestra comida”.
Casi peor que el ataque resultó la reacción de la organización del Burning Man: “No me extraña que os hayan atacado. Sois un campamento cerrado, no sois bienvenidos”, dicen que espetó un organizador a los miembros de White Ocean tras el incidente.
El sheriff del vecino Pershing County acudió a tomar declaración al recito afectado, un hecho totalmente anómalo, en tanto las fuerzas del orden no son bienvenidas en esta ciudad efímera: 70.000 personas en las que no existe el robo, entre otras cosas porque el uso del dinero está prohibido
Mientras algunos celebrantes condenaron el asalto al chiringuito VIP del Burning, otros jalearon a los atacantes:
“La revolución ha comenzado. Tenemos que recuperar el Burning Man de la clase parasitaria y de los turistas de la música electrónica de baile. Recuperar el Buring Man para la gente. Esto es sólo el principio”, declaró un Burner al rotativo británico.
Con información de The Telegraph y Playground Mag. Las imágenes están tomadas del Instagram de White Ocean.