El cannabis medicinal gana muchos adeptos entre dudas

21 marzo, 2017
  • La OMS revisará el estatus médico de la marihuana bajo una corriente mundial de legalización a mayor escala
  • Aún hay varios estudios científicos que se contradicen respecto a sus beneficios terapéuticos

La aceptación del cannabis medicinal a todos los efectos parece imparable. Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha confirmado que hará este año su primera gran evaluación respecto al beneficio médico de la planta de marihuana (Cannabis sativa). Dicho estudio será terreno inexplorado para su Comité de Expertos en Drogodependencia creado en 1949, un organismo con potestad de emitir recomendaciones a Naciones Unidas (ONU) a fin de reforzar o relajar unos controles internacionales que, actualmente, restringen bastante su uso terapéutico. Pues la OMS situó en 1961 al cannabis en su lista I, reservada a las «drogas más peligrosas» (como la heroína), y también en la lista IV, con sustancias a las que se les reconoce «escaso valor médico».

Pero ahora la dinámica es distinta, a tenor de informes como el divulgado recientemente por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos; se han analizado más de 10.000 documentos publicados desde 1999, atendiendo tanto a impactos positivos como negativos y alcanzando unas 100 conclusiones acerca de los compuestos químicos conocidos como cannabinoides, desde sus efectos terapéuticos hasta posibles riesgos de causar ciertas enfermedades o trastornos mentales. «Durante años, el paisaje del uso de la marihuana ha estado cambiando rápidamente a medida que más y más estados -ya son 28- legalizaban el cannabis para tratamiento médico y uso recreativo», comenta Marie McCormick, coautora del informe y profesora en la Escuela de Salud Pública Harvard T.H. Chan (Boston, EE UU).

Los académicos encontraron «pruebas de que los pacientes tratados con cannabis tenían más probabilidades de experimentar una reducción significativa» en la sintomatología de dolores crónicos. «Para los adultos con espasmos musculares relacionados con la esclerosis múltiple, había pruebas sustanciales de que el uso a corto plazo de ciertos cannabinoides orales mejoraron sus síntomas», sostiene el informe, que describe así los medicamentos de la maría por vía oral pero que son de expresa fabricación humana. «Además, en adultos con náuseas y vómitos inducidos por quimioterapia, había pruebas concluyentes de que ciertos cannabinoides orales fueron eficaces para prevenir y tratar esas dolencias», añade el estudio, que cuenta con 400 folios de información.

«En cuanto al vínculo entre la marihuana y el cáncer» -prosigue-, «se encontraron pruebas que sugieren que fumar cannabis no aumenta el riesgo de cánceres a menudo asociados con el consumo de tabaco, como los de pulmón o de cabeza y cuello. También se hallaron evidencias limitadas de que el uso de cannabis está asociado con un subtipo de cáncer testicular; y no hay pruebas suficientes de que su consumo por una madre durante el embarazo conduzca a un mayor riesgo de cáncer en el niño». Las consecuencias para con los bebés aún serían una incógnita: «Fumar cannabis durante el embarazo sí está relacionado con un menor peso de la prole al nacer. Sin embargo, la relación con otros resultados del embarazo y de la niñez no está clara».

Las dudas incluso se agudizan al recordar el último dosier de la American Medical Association (AMA, por sus siglas en inglés). Ya que en abril de 2016 determinó que la eficacia terapéutica del cannabis era «limitada o incierta», tras haber analizado 79 ensayos clínicos entre 6.500 participantes. Sus resultados sugirieron que el psicotrópico provoca una mejoría variable ante dolores neuropáticos crónicos y espasmos provocados por la esclerosis múltiple, pero «ningún ensayo» pudo demostrarlo estadísticamente. Se encontraron «pruebas débiles» de que indujera mejoría entre enfermos con insomnio o síndrome de Tourette. En cuanto a la ansiedad y a la depresión, «ninguna mejoría fue constatada» tampoco por la AMA.

Estatus legal en plena asimilación

Según ellos mismos, aún sería necesario efectuar ensayos clínicos más extensos «para confirmar los efectos de los cannabinoides, así como investigaciones suplementarias para evaluar la planta de cannabis en sí misma, ya que hay pocos datos científicos que describan sus efectos». Y es precisamente lo que buscará la OMS, cuyo Comité de Expertos en Drogodependencia debatirá su legalidad. El estatus legal de los cannabinoides está en plena asimilación, con muchos países europeos manteniendo activos programas medicinales. Así ocurre en Alemania, Francia, Italia, Finlandia o Macedonia; pero también fuera de Europa, como en EE UU, Canadá, Colombia o Uruguay, y mientras se plantea idénticos proyectos en Suiza, Polonia, Croacia, Sudáfrica, Australia o Nueva Zelanda.

Hay un centenar de cannabinoides identificados, aunque los dos más famosos son el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD). El THC es el componente psicoactivo primario, mientras que el CBD ofrece más beneficios médicos sin tal efecto psicoactivo. Las cepas con mucho cannabidiol tampoco requieren el uso simultáneo de otras sustancias más adictivas como las benzodiazepinas, que engloban a drogas como Xanax, Valium o Klonopin, y que con frecuencia son recetadas en tratamientos contra la ansiedad. Estos sedantes fuertes no solo son potencialmente peligrosas para adictos en rehabilitación o para invocar síndromes de abstinencia, sino que también son un componente importante en muchas sobredosis.

Si bien el CBD en solitario ha probado ser antiinflamatorio, ansiolítico y anticonvulsivo, algunas situaciones justifican su combinación con THC debido al significativo aumento de su efecto analgésico. El aceite de CBD ha sido especialmente útil en casos de niños con trastornos convulsivos, varios de ellos permitiéndose dejar las benzodiazepinas u otros sedantes. Un ejemplo con repercusión fue el de Coltyn Turner, un adolescente de Colorado Springs (EE UU) que padecía la enfermedad de Crohn y que redujo drásticamente su sintomatología gracias al cannabis, de lo cual charló durante un simposio celebrado en Denver. «Prefiero estar vivo ilegalmente que morir legalmente», sentenció a sus 15 años.

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